Entonces,
desperté.
Era un
día como los demás, un beso en la frente de buenos días que me daba con una
caricia con esas manos ásperas, todo con tanto amor. Si me besaba las mejillas,
luego me picaba la cara, pero sabía que
venía de ese ángel que Dios me había dado para que cuide de mí. Cada mañana me
siento la niña más feliz del mundo, la gente dice que apenas sé del mundo
porque recién tengo once años y no sé si sepa o no mucho del mundo, pero quien
me despierta de mañana con un beso y con paciencia me lee la biblia antes de
irme a dormir, con ese ángel quiero pasar el resto de mi vida.
Estoy
lista para ir al colegio, me ha dejado peinadita y lista, dice que me veo
linda, que no hay nadie más hermosa que yo. Yo me doy cuenta que se le hace tan
difícil hacer tantas cosas a la vez, por eso solo puedo sentir amor cada
mañana, cada tarde, cada noche. Gracias Dios. Me siento a la mesa y las
tostadas tienen la mermelada puesta y mi taza de leche nunca estará a la
temperatura que yo quisiera, pero sentarme en su compañía hace que todo tan
lindo. A esa hora, se ha levantado desde que tengo uso de razón para hacerme mi
desayuno, cocinar, revisar mi mochila, alistarme, dejarme linda y tomar
desayuno conmigo para luego llevarme al colegio, darse el tiempo de dialogar
los lunes y los viernes con mi profesora, con la mamá de Jimena (mi mejor
amiga) y luego se va a trabajar.
La
verdad, no sé cómo hace, es genial, es mi ángel. Dios me bendice todos los días
con su amor y su cuidado.
Los
domingos casi siempre me lleva a la casa de mi abuelita, allí siempre soy el
centro del cariño y la atención. Yo solo procuro portarme bien, lo mejor que
pueda, quiero que todos vean que no fue como decían, que sí puede tener una
hija ejemplar a pesar que en mi casa solamente estoy bajo su cuidado. Creo que
es un secreto, no sé si se han dado cuenta, pero nunca hemos estado solamente
dos en mi casa, Jesús ha guiado todos y cada uno de nuestros pasos.
Cuando
el sábado me lleva a la iglesia, todos nos miran con ternura. Si no hubiera
sido por mi ángel, no sabría lo
maravilloso que es ir a aprender aún más de Jesús.
Ayer fue
el día de la madre y le compré a mi ángel un ramo de rosas, se lo dejé en la
mesa, fui con Jimena, ella compró una para su mami y yo le llevé un ramo a mi
ángel. Dicen que no es apropiado, que difícilmente le van a gustar las flores,
pero yo creo que se equivocaron porque cuando las vio sobre la mesa, salieron
lágrimas de sus ojos y con una expresión de alegría me dio un beso en la
cabeza, me cargó, me dijo que tenía la hija más maravillosa del mundo entero.
Yo le
dije que era mi ángel.
En el
colegio todas las mamás estaban sentaditas esperando el número especial. Y
cuando salí a recitar mi poesía, vi también lágrimas en sus ojos, mi ángel es
diferente a todas las mamis, siempre huele más rico y siempre tiene la sonrisa
más bonita. Cuando terminé, bajé corriendo a decirle que solo a Dios amaba más.
Él
sonrió y me dijo que él siempre me amaría más.
Mi
ángel es Ángel. Nunca fue fácil para él
quedarse viudo el día que nací yo, pero siempre que dice que ese día nació un
angelito, yo pienso que ese día a él le salieron alitas.
No sé
cómo hizo desde ese día hasta hoy, él dice que lo único que tenemos que hacer
es sujetarnos fuerte de la mano de Dios y yo le creo porque hasta hoy todo nos va de maravilla.
Si
algunas de mis amigas saludan a sus mamis por el día del padre, ¿por qué yo no
puedo, con mi ramo de rosas, con una sonrisa, con todo mi amor, acercarme a él
y dejar que me cargue y decirle también feliz día mamá?