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Un blog diferente.

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jueves, 7 de agosto de 2014

Somneto sin luna

Rojo,
he regresado.

Nada cuenta ahora, más que la presencia de nuestros sueños, vivos y frescos, que se van con la noche a pasear el tiempo que dure el amor (quizá siempre).
Bajo las verdades que aún quedan, las mentiras aún flotan y, alrededor nuestro, se revitalizan cuando ocultas la mirada, cuando ese pedazo de sol que brilla los trescientos sesenta y cinco días del año se derrite y se decanta en pequeñas gotas bajo las cuales un beso ilumina la noche. Y dejamos la música sonar...
Espero no sea tarde, espero que el vagón de ese tren que nos separó alguna vez siga esperando por nosotros. Espero, también, que este frío que congela las almas desnudas de hoy, se aleje de nuestros corazones, y que surjan nuevamente las preguntas, aquellas sensatas damas que alguna vez dieron brillo a las hojas de un otoño como el mío. Que desaparezcan los miedos, que la cera se derrita y deje ver lo que hay bajo ella...
Así.
He prometido muchas cosas que al final no importan realmente y cuando camino a través del rojo de los ocasos, kilómetros de lucidez, me pregunto en qué me he convertido y qué es lo que hecho. La incertidumbre ronda la existencia de aquel otro yo que quizá es diferente, que quizá es mejor, que quizá es una persona y no un producto de tinta, amnesia y soledad.
Porque yo no quiero estar, más, encerrado en una cárcel de tinta, ni estar atado a un destino de unas cuantas páginas. Quiero que mi corazón de color lata tan fuerte como sea posible, que haga fuego de cenizas y remonte el vuelo como halcón... quiero llenar páginas de poesía para vivir en una mirada y morir en un beso.

Un ratito...

Violeta, es el color del cielo ahora. Las frases de tu alma se han reflejado en las mías: he sido feliz un instante. ¿Pero cuánto dura un instante?
Un reflejo en el espejo dice que no dura nada, las líneas marcadas en las manos hablan de instantes largos de utilidad, la mente trae al recuerdo paseos en bicicleta y así el tiempo se mide en "imperfecto". Y así te conviertes en mi tiempo. Noto que eres mi presente imperfecto y mi futuro imposible.
Porque el suelo no se movió más pero así perdí el equilibrio. Y la noche quedó, romántica como siempre, terca como nunca; y los sueños, las mentiras, mis anhelos de vida, los instantes entre tú y yo, se reducen a lo mismo: un sueño.

Bumbuki

miércoles, 6 de agosto de 2014

Noche.

De noche se escucha la calle ladrar, es un ladrido seco y chillón, como si a un perro le estuvieran despedazando los dientes, como si a la llorona le hubieran arrebatado nuevamente a sus hijos. Vivir en el pueblo donde vivo no es cosa de chiste, el cemento ha cubierto todo, pero no es agua bendita como para matar demonios. Ellos están allí, quiero decir, siguen allí, nunca se fueron. El curita dice que hay que rezarle al santito, pero yo no creo en esas cosas, no le creo al cura ni al alcalde, tampoco le creo mucho a mi 'apá, solo he creído en lo que he visto y yo los he visto. Los he visto a ellos, ellos que salen de madrugada para espantarnos, para vengarnos, para echarlos a los otros, para volvernos a nuestra raíz que era su gobierno. El cemento no los ha matado y yo creo que ellos van a liquidar el cemento, al cemento y a quienes lo trajeron. Así dice la abuela, a ella sí le creo.

La noche es seca, helada, el viento pesa como un costal de papas, cada paso es una batalla, la calle está dura dicen las chicas de faldas cortas a estas horas en la esquina de la plazuela, pero yo no he venido para verlas a ellas, yo quiero ver a la viuda negra, a la duenda, a todos ellos que yo sé que no se escondieron detrás del cemento, a ellos que no le tienen miedo ni a los tractores ni al desarrollo. He venido a ver a la duenda y no me importa que me lleve, mejor que me lleve la duenda antes que la policía.

Pasando dos cuadras de la plaza, en una de las direcciones hacia la chacra, rápidamente el cemento se va perdiendo entre la tierra y la luz de los postes se va mezclando con la oscuridad y la fuerza de nuestros antepasados obligan a que las sombras se hagan más grandes y más oscuras hasta que ya no hay camino ni sendero, solo estás en la chacra, en la oscuridad, plantas, perros que ladran en alguna parte y el cuchicheo silencioso de los demonios, así dicen.

La invoco. No aparece.

La vuelo a invocar. Nuevamente, no aparece.

He traído refuerzos, me dieron unos cuantos gramos esta mañana, es suficiente, sobrado puedo verla con esto. Le tengo un encargo, mi alma. Que se la lleve la duenda, los apus o el tunche, no me interesa, prefiero el infierno a cemento, a sus rejas de fierro, a sus políticos, a la religión, a los padres y al desarrollo. Prefiero el infierno y ya siento que mi cuerpo empieza a sentirse liviano.

La duenda no aparece. La vuelvo a invocar.

Una sirena suena a lo lejos, con melodía ovalada, de espacios muy prolongados y lejanos, se combinan con la sombras y el brillo azul que apenas vibra en mis párpados.

¿Por qué no apareces, duenda del mal? La abuela es la única que no ha mentido.

El sonido y la luz se acercan y se alejan al compás de ondas de ríos visitados en mi niñez, como cuando me ahogaba brevemente y a propósito, esa sensación de mareo, de tener los oídos bajo el agua y que te griten desde afuera, la visión acuosa, sazonada de alucinaciones. El sonido que se va y viene. El brillo azul que rompe el paisaje oscuro, algunas voces, segurito son los críos del cemento, peor aún, sus perros guardianes. El crujido de la hierba al ser pisada. La luna. La duenda que no viene. Mis pies que están por encima del suelo, la culpa, la duda, la moral, las reglas, la abuela que murió anteanoche, la culpa, la droga, la sangre, las sombras, las voces, la culpa, el cuchillo, la abuela muerta.

Los demonios que no vendrán porque nunca se fueron. El demonio soy yo.

- ¡Arriba las manos! Suelte lo que tenga en las manos y muestre las palmas donde las podamos ver - sonó el megáfono -. Por fin atrapamos a este maldito, ya cayó, avísenle al comisario, al cura y a su familia, este maldito ya cayó.

La luna que no estaba brillando.

martes, 5 de agosto de 2014

Juntos

Observó con paciencia los detalles de aquel libro. Análisis de reconocimiento exhaustivo. Sombras y claridades, volúmen y dimensiones, figura y forma. Luego sonrió como contándome un secreto y disfruto de tenerlo entre manos. Me lo mostró con una sonrisa aún mas complacida. Lo dejó caer sobre mis manos y su sonrisa se hizo cómplice de sus pensamientos.
Leo y correspondo a su sonrisa y a su interés inmediato. Un título prometedor, aún mas el diseño de su tapa y el estilo de la fuente. Un trabajo bien hecho, aporte de muchas ideas que se materializaron hasta hacer plausibles los deseos de cada autor que armaba el rompecabezas que teníamos entre manos.
Lunes de tarde. El sol acariciaba el horizonte sobre el mar, éste se sonrojaba por tal espectáculo público. Y nosotros disfrutabamos de la lectura, sin vernos a los ojos, sin tomarnos de las manos, sin besarnos, lo único quenos unía era nuestra sensación de estar presentes. La respiración en nuestros pechos y los sonidos marinos de las gaviotas cantándole alas olas.
Ser. Esa extraña sensación de moverse.
La ciudad a nuestras espaldas llora, grita, se agita, no la oímos, no existe para nosotros en ese momento. Hoy no estamos para nadie y continúa nuestra historia una página mas adelante.
Anochece lento. Las sombras se proyectan por la luz del poste de la calle, acabamos los capítulos para ese día. La sensación de satisfacción está por completarse.
- ¿Cocinamos? - Propone y yo acepto - Faltan estos ingredientes...
Nuestra rutina nos dicta que ella los va a escribir en un papel mientras los menciona en voz alta y yo me pongo los calcetines y los zapatos para ir a la tienda a adquirirlos.
Los traigo en la bolsa blanca de siempre y los pongo sobre la mesa. La rutina sigue su curso. La miro a través de la ventana cómo va recogiendo la ropa seca de los cordeles mientras termino de enjuagar mis manos, llenar y colocar la tetera en la hornilla y regalarle un beso al que ella corresponde con una sonrisa idéntica a la que me regalaba cuando no cumplía la mayoría de edad.
Mientras disfrutamos las tajadas de pizza con nuestros ingredientes preferidos y la taza de manzanilla vamos riendo. Los recuerdos fluyen como sacándolos al azar de una caja llena de fotografías, así de nítidos, así de nostálgicos, asi de vívidos...

*Zch *

lunes, 4 de agosto de 2014

Carta de entrada

He jugado mis últimas cartas y ahora, dentro de estas horas vacías, vuelvo a la tinta seca y a las noches de lámparas y garabatos. Tu voz se me hace familiar, se convierte en mi ilusión, me da vida, me mata y revive. Y es en estas horas cuando todo pierde el sentido de ser, y al mismo tiempo lo gana.

Madrugada...

Te he extrañado tanto tiempo, y te he extrañado tanto más o igual que a mis cómplices, hojas que han guardado todos mis secretos. Y ahora estás aquí, tan cerca de mí, tan radiante, tan tú.
Silencio. Se me acaban las palabras y dejo de cuidar mi ortografía, me pierdo entre los caminos de un sentimiento confuso y agradable...

Es...

o parece ser parte de una historia, parte de nuestra historia, lo que vivimos. Días de otoño vuelven a pasar por mi mente, un deja vu que me llena de emociones: miedo, alegría, pena, coraje... pero se corta en un instante, tiene un desenlace veloz, y los nudos se atan solos cual escalera de gato. Y el color destiñe mis ojos, todo es rojo y azul...
Es así que cruzas mi calle sin notarlo, es así que saludamos un sentimiento y lo dejamos en la oscuridad...

Será...

Apareces. Me quedo en suspenso. Toda la carga de mi bolígrafo queda expuesta: se me ha parado el corazón. Espero paciente que mis latidos recuperen su ritmo, que todo este tiempo en que las palabras yacieron olvidadas entre los vacíos de mi vida se recupere sólo por hoy. Bum - bum...

Mira...

¿Ves que todo parece haber revivido? ¿No parece acaso que lo que antes estaba lleno de ausencia, es tan... tan como hoy?


He regresado mon amour, he regresado...


Bumbuki