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Un blog diferente.

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viernes, 1 de noviembre de 2013

(Yo) No me la llevo fácil - Parte IV

No me importa de dónde tú vengas, 
si detrás del Calvario tú estás, 
si tu corazón es como el mío 
dame la mano y mi hermano serás. 
¡Dame la mano, querido hermano! 
Dame la mano y mi hermano serás.

La primera vez que la cantamos se me escarapeló el cuerpo. No sabía en dónde quedaba el Calvario, pero no importaba de dónde yo viniera. Yo venía de Cocachacra y estaba harta, pero ellos se veían felices y yo quería sentirme como ellos.

Esa vez llegué devastada. Tengo los recuerdos nítidos de esa noche, esa sucia noche, no paraba de llorar, había perdido uno de los zapatos y casi arrastrándome llegué a la vieja cabaña a la que me habían condenado mis padres, estaba llena de odio e ira, quería reventar todas esas miserias, ¿por qué me habían hecho pasar por eso, esa miserable vida marginal cuando yo podía ser alguien más? Entonces mamá dio un salto cuando me vio, estaba horrorizada, '¿qué te han hecho esos terroristas malnacidos?' Yo me dejé caer, estaba, más que molesta, cansada.

Cuando desperté, mi papá estaba mudo sobre la mesita que estaba al lado de la cama, con su botella de ese trago amargo, sorbiendo de a poquitos, sin decir nada. Siempre tan ausente, como si no existiera él, como si no existiera yo, como si ya no habría sido suficiente. Mi mamá estaba apenadísima, secándome la cara con algo, me había limpiado todo el cuerpo con un trapo inmundo y estaba que me miraba fijamente antes de decírmelo.

- ¿Qué te han hecho esos terroristas, hiíta? Te dije que no estés yéndote pa'llá, esa gente es mala.

Comprendí el redondo sentido de sus palabras y en el fondo sabía que lo que decía era verdad, estaba molesta porque tenía razón, pero estaba desengañada y decepcionada, odiaba la realidad de todas las cosas, estaba tan contrariada que no lo podía soportar un segundo más, entonces exploté en llanto.

Luego, le conté todo a mi mamá.

Las muertes, los crímenes, lo que les escuché hablar de mí. Lo que los comunistas hablaban y el miedo que tenía, todo día tras día, su gran revolución, la amnistía general, San Marcos, La Cantuta, el Centro de Lima, los malditos apristas, los fujirratas, todo era política y yo ya había estado tan aburrida. Luego cuando quise salirme, cuando quise retirarme, las cosas que me dijeron, aún sonaban en las paredes de mi conciencia sus gritos de deprecio: "¿Sabes por qué no quieres luchar? Porque aparte de ser serrana eres una serrana resignada, como tus viejos miserables, conformistas, se dedican a prolongar su miseria, ¡mírate, serrana cochina! Aquí no eres nadie y no quieres luchar porque no te interesa ser nadie, a gente como tú felizmente también los matamos cuando pudimos."

Los golpes, las manos, el ardor, las cachetadas, escupitajos, adjetivos, aún cuando ya estuve en la calle, miraba todo diferente, lo pude ver, en todas las caras de toda esa gente, era verdad, todos me tenían asco y repulsión. ¿Y dónde quedó todo eso de que éramos peruanos, de que éramos hermanos? 

No dejaba de llorar y anastesiada en mi dolor, atontada, sin fuerzas, llorando vez tras vez, volví a esta choza miserable. Mi mamá estaba atónita, su sabiduría se había terminado, quizás porque nunca fue sabia, solo era alguien que podía decir cosas a gente que sabía menos ella.

Estaba amargada y volví a explotar, la vi de nuevo allí, tonta, sin decirme nada. Salté y gruñiendo empecé a tirar todo por todas partes, estaba loca. Recién mi padre se dignó a existir, quiso golpearme, pero ni siquiera eso podía, estaba embotado en alcohol y se desparramó en mis narices. Seguí destruyendo y dejando caer todo, me importaba un comino lo que podía costar cada pequeña cosa, ¡eran cosas insignificantes, inservibles! 

La miré con ira y le grité, ¡¿por qué nunca luchaste para cambiar esto?!

Entonces en la inmundicia, sacó algo para tirármelo en la cara, estaba todo tan revuelto que por primera vez identifiqué algo parecido a lo que había visto en la casa de los comunistas, era un libro, lo tomó entre sus dedos regordetes y me lo aventó en la cara. La punta de la tapa me hincó justo abajo del ojo derecho y me hizo sangrar, me detuve y me resigné. Empecé a llorar sin parar y mis lágrimas se mezclaban con la sangre que brotaba de mi ojo, ya ni siquiera estaba amargada, estaba devastada. 

Me quedé encogida en ese rincón mientras mi madre volvía a poner todo en orden, mi padre seguía en el suelo como un animal, inmóvil, ebrio. Nadie decía nada. Entonces sucedió, 


"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. 
Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. 
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. 
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. 
Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.

y más abajo,

Gozaos y alegraos, porque vuestro galardón es grande en los cielos;"

Un oasis inundó mi corazón. Las lágrimas por un instante se detuvieron y había perdido la noción de la realidad, cogí el libro con desesperación y lo cerré, fue un susto espontáneo. Una vez cerrado pude ver las preciosas letras doradas que lo rotulaban, Santa Biblia. Dios me había hablado.

jueves, 31 de octubre de 2013

Pieza 2

Entre sueños y milagros la he imaginado,
tal vez tanto más cuando en soledad 
las nubes, en forma de historias, bajaban
para envolverme, para cegarme 
y abrir una de las tantas puertas que trajeron
mi paz.

Guerras que se libraron
entre corazones y que hoy tal vez
respiran
azul a mar, azul amar, 
por aquí y por allá en mundos distantes
y en las arenas
y van borrándose nuestras huellas, en las mismas playas,
y nuestras preguntas se alejan con el oleaje.

Y con las ansias de un niño
busco nuevamente su rostro... 

Se derritió el invierno
y cupidos ansiosos alzaron el vuelo.
Como dueña de nuestras vidas
la primavera tiñó de verde nuestras grises ciudades,
calmó los vientos y calentó nuestras cabezas.

He vuelto a envolverme en nubes
para sentir la misma paz,
pero ella no está allí...
Sólo hay un ciego que juega entre cortinas blancas.


martes, 29 de octubre de 2013

Un camino de palabras - III / Anécdotas

Hace unos días y dado mi interés por la perspicacia infantil, le pedí a una amiga, Yoiko, que es educadora, que me comente algunas experiencias en sus interacciones con los niños de inicial con quienes ella ejerce su profesión.

Aquí un extracto de aquellas experiencias.

***

Jean Pierre, Yamil y Kelly comían su fruta. El primero comía una manzana, el segundo un plátano y el tercero unas uvas. Jean Pierre empezó a escupir la cáscara de la manzana, acto que vio su maestra.

- Tienen que comer la cáscara de la fruta - reprendió la maestra mirando a Jean Pierre.

Los pequeños arrugaron la nariz. Yamil miró a Jean Pierre y a Kelly y luego observó su plátano.

- Cómete la cáscara de la uva, cómete la cáscara de la manzana, cómete la cáscara del mango - remedó Yamil a su maestra - ¡un poco más y me pide que me coma la cáscara del plátano!

***
Si nunca sentiste el rocío de saliva saltar a tu rostro después de un glorioso estornudo de uno de tus niños, no eres maestra.

***
Hoy aprendí que los niños pueden confundirse. Hay que recalcarles:
  • Que no es lo mismo perseverante que preservativo.
  • Que pedófilo no es una persona que se lanza gases no nobles.
  • Que mujerzuela no es una señorita muy alta.
  • Que miércoles no es una mala palabra, a menos que la persona lo diga con otra insinuación.
  • Que el miembro genital del varón se llama pene, no pajarito, ni gusanito, ni mucho menos trompita.  
***
Enrique tiene dos años, generalmente cuando nos vamos al receso, le decimos: “Come on, baby!”, y le hacemos señas para que comprenda el mensaje.

Después de varios días llegó Jacob y desconocía esta nueva forma de llamar a Enrique al recreo. Cuando oyó cómo llamaba al pequeño, Jacob abrió grandemente los ojos y le susurró a su compañerita: “Oh, no. ¡La miss come bebés! Está diciendo “como baby” ¿Qué vamos a hacer?”

***
ENRIQUE (2 años) : Miss "Yoyiko" ¡toma!, ¡toma! (y me extiende su manito sin "nada" en ella y no la retira hasta que se la tome)
YOIKO: ¡Oh, ya! ¿Qué es?
ENRIQUE: ¡Mi moco, Yoyiko, mi moco!

***

NIÑOS: ¡Ya! Juguemos al lobo. ¡Que Dafne sea el lobo!
DAFNE (2 años): Ya, ya, yo lobo.
YOIKO: Ya, ¡entonces juguemos!
NIÑOS: ¡Juguemos en el bosque mientras el lobo no está, no está. Lobo, ¿qué estás haciendo?
DAFNE: ¡Me estoy cambiando el pañal!

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Si tienes alguna experiencia con los niños y te gustaría compartirla escríbeme a inztantez@mail.com. Te estaré muy agradecido.

lunes, 28 de octubre de 2013

Giro a siniestra - (3)

“Entonces correr. Escapar tras tres años de existencia para observar el mundo con esa curiosidad infaltable. Recoger puñados de arena y la dejarla escapar en forma de hilos que el viento ondea.
Es triste observar el horizonte, en el mismo muelle de siempre, y sentirse solo. No saber de dónde vienes, no saber hacia dónde vas, no saber nada de nada. Mientras que el tiempo parece estar en complicidad con la nostalgia del momento y escuchar, de las gaviotas, lamentos y del mar, suspiros. Aprender a vivir sin capacidad de recordar. Observar las aves, las nubes, la luz que nacen lejos de allí. Ser Santino a fuerza de repeticiones, vivir en la zona de los pescadores y con la inocencia de un niño lanzarse a las arenas húmedas y soñar con castillos que se lleva el mar”.

¡Santino! ¡Santino!
Ha metido unas conchitas en sus bolsillos y corre descalzo por la playa hacia el muelle. Con sus manitas sucias restriega su rostro y lanza una sonrisa.
Y mientras corre, como en un sueño, la vida pasa velozmente y el mar se oscurece un poco, la gente va cambiando, cuerpos crecen y otros envejecen, se deterioran. La zona de los pescadores se alumbra de un tenue rojo y la marea sube.

Los pescadores ya han partido…