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Un blog diferente.

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martes, 16 de septiembre de 2014

Volar

- Mira mamá, esos pajaritos vuelan alto

En sus ojos la nostalgia se trasluce en lágrimas.y el recuerdo de su hijo hace muchos años repitiendo las mismas palabras. Ahora mayor y explicándole a su nieto lo mismo que su esposo le había dicho en el recuerdo vívido.

- Así hijo, tu podrás volar cuando crezcas.

Y los ojos grandes de la sorpresa y el grito de alegría a continuación.

Las imágenes habían formado parte de su vida en muchos episodios. La casa donde habían vivido lucía ahora más pequeña y decolorida. Casi imperceptible. A su lado habían construido un centro comercial y al otro eran las oficinas de una institución del gobierno. El cielo seguía azul profundo y las nubes de algodón viajando lento a través de todo el firmamento. Aùn tenía algunas fotos en el baùl de su casa en Lima con aquel cielo. Tenía álbumes con páginas de cartulina intercaladas con papel manteca semitransparente. En las páginas negras habían ranuras diagonales para encajar las cuatro esquinas de las fotografías coloridas en papel lustre reveladas por su esposo. El estaba vivo a través de todas aquellas fotografías.

Fueron al hotel donde estarían por unos días y luego se prepararon para comer pues el viaje había sido un tanto extenuante.

Recordó como había sido Huancayo aquellos años de su juventud. El calor era similar, la parte central de la ciudad se había detenido en el tiempo pero no era la misma. Las personas con quienes se cruzaban por las calles tenían un aire a ausencia. Llegaron al restaurante mas cercano y acogedor que encontraron, a cuadra y media del hotel.

Pidieron con la premura de regresar al hotel deseando que les atendieran con similar rapidez. En lo que le sirvieron la infusión para aclimatarse al clima peculiar, empezó a concentrarse en la corriente del agua para disolver el azucar.

- Amor
- Si, aquí estoy
- Bueno, ya estamos aquí. De regreso…
- Si, mi amor. Gracias por hacer mi sueño realidad
- Te extraño y te amo
- Y yo a tí…
- Mamá ¿todo bien? – interrumpió Javier
- Si, hijo. Creo que me está costando acostumbrarme a la altura. – respondió con una sonrisa nostálgica.

De regreso al hotel, cada cual fue raudo a su habitación para terminar de hacer los últimos deberes pendientes y descansar del viaje para estar listos al día siguiente para ir a conocer los lugares turísticos.

Esa tarde, Marta, conversó con su esposo a través de sus recuerdos, los repasó en silencio como para que piensen que estaba durmiendo. Lloró, sonrió, lo abrazó en su memoría y pensando para sí misma soñó en encontrarse pronto con su esposo. Extendió sus brazos. Los cielos celestes, limpios, las nubes de algodón puro y el viento suave que hace achinar los ojos de solaz. Estaba volando…

domingo, 14 de septiembre de 2014

V. La casa vacía

La mesa estaba dispuesta, diversos alimentos entre los que figuraban frutas, oleaginosas, cereales y pan se presentaban desordenadamente en una canasta al centro de la mesa. Una mujer de aspecto algo rechoncho movía un cucharon dentro de una olla vieja pero muy bien conservada mientras silbaba alguna canción antigua. En una de las sillas del pequeño comedor, un hombre delgado y serio leía algo en el celular, quizá noticias, quizá otro tipo de información. Para las diez de la mañana de ese día, el resto de la familia se unió al desayuno y al cabo de algo más de media hora, uno por uno fueron retirándose en progresión silenciosa, casi religiosa.
Para las diez con veinte, una llave giró la cerradura de la puerta que daba a la calle y esta se abrió lentamente. Lucy entró despacio y temiendo alguna recriminación. Llevaba aquel mismo libro que se ha mantenido en el anonimato hasta hoy y aferrado a este, se dirigió sin pensar más hacia la cocina: La casa estaba vacía.
En ese ambiente, una mesa circular, pequeña y de patas relativamente cortas, le daba la bienvenida con una nota escrita en una hoja grande, con una letra desordenada: "Hay comida en el fridge". Tomó la hoja, la arrugó y la depositó en un tacho cercano. Tras esto, se dirigió a uno de los sillones que estaban en la sala y se dejó caer en uno de ellos. Abrió el libro y observando la página en que estaba, parecía ser que pretendía terminar de leer un capítulo inconcluso.
Aquellos que han seguido la historia desde el comienzo se preguntarán la razón que justifique que Lucy tenga en su poder el libro siendo que ella, según el acuerdo, lo recibía en la tarde y lo entregaba en la mañana...
El día catorce de ese mes, Miguel no se apareció jamás, ella tampoco lo hizo, pues al enterarse de que no iría a recoger el libro, celebró la ocasión con un día de lectura en algún parque distante de su casa. De esa forma se invirtieron los turnos y aunque nada conveniente para Miguel, pareció no importarle mucho. Así Lucy quedó un tanto más convencida de que aquel trato había resultado en un buen negocio.
La fecha que marcaba el calendario era el décimo séptimo día del mes de junio. Este día tuvo en el cielo un cielo radiante y nubes escasas, llegaban rayos de luz que parecían proceder de muchos soles al mismo tiempo, que invadían la casa y se reflejaban en espejos, lozas, vidrios y todo objetivo que pudiere reflejarlos. Ante la observación de ello Lucy dejaba el libro para abstraerse en sus pensamientos. Pensar que de un momento a otro tendría que alejarse de su ciudad, su familia, su biblioteca favorita, sus parques elegidos para el buen ocio y la recreación. No derramaba lágrima alguna, pero el corazón lo mecía compungido en actitud triste, algo por lo que su familia había evitado hacerle observación alguna sobre sus salidas y actitudes.
En tanto seguía encerrada en sus pensamientos, el celular sonó. Su contestación algo apagada se llenó de sorpresa y tras un par de minutos de conversación, se levantó pesadamente del sillón, recogió sus llaves y también el libro, y salió a paso ligero.
La casa quedó inmóvil recogiendo la alegría que llegaba con los rayos de luz, asumiendo un aspecto primaveral aunque era otoño y el invierno se asomaba ya. Los ambientes inhabitados se refrescaban con el paso del viento frío y en el patio un pequeño aspa de molino giraba suavemente.

Vnto