He construido, al canto de mi plato, una palabra: tu nombre. Llego a
formar pequeñas oraciones, pequeños trozos de poemas que olvidaré con el
tiempo. Te he extrañado, tanto como no tienes idea.
Para
el invierno que se acerca y nos mira de soslayo, para hacerle frente,
he preparado una sopa de esas que disfrutamos tanto cuando nuestro calor
bastaba y nuestros versos improvisados se perdían entre sonrisas
coquetas y besos furtivos. He cargado una taza con alguna infusión para
calentarme un poco, he guardado un par de libretas donde se mantienen
sellados apuntes, cartas, notas, poemas, todos dirigidos hacia ti. Y
allí, el tazón, un plato con papas doradas, una taza, una libreta y yo
jugamos a recordar, jugamos a escribir toda una vida con letras débiles,
saladas, agradables...
Hola, Sara.
Una
vez más estoy sentado en el mismo lugar, junto a la ventana, mirando de
cuando en cuando a ver si apareces de repente. Todo este tiempo se
convierte en una etapa oscura, transitada de pensamientos nostalgicos y
angustiosos, y siento que se acortan los años cuando veo el espejo y me
veo solo.
Si algún día decides volver, no he cambiado nada, quizá
me ha crecido la barba, uso lentes de marco grueso y hablo de una forma
más pausada... pero te aseguro que no he cambiado nada.
Deseo
preguntar cómo te va, pero siento que eso me convierte en un atrevido.
Si respondes sabes por donde hacerlo, si no, sabes por donde no hacerlo.
¿Recuerdas
esas tardes en el barranco? Pues los cielos ya no son rojos, ahora se
han vuelto grises, creo que te extrañan, y aunque dijiste que volverías,
ni ellos ni yo soportamos la larga espera.
Sólo prométeme algo si
puedes: que me guardarás en tu caja fuerte, que nuestros cariños no se
perderán entre todo lo que se olvida, que nuestras promesas seguirán siendo
promesas... pero sobre todo, que tu sinceridad seguirá siendo tuya. Así
como tantas veces me dijiste de todo sin titubear, no titubees ahora
(porque sé que te sientes débil, como yo también me siento).
Sara...
no puedo completar esta carta, porque la comida se enfría y se
humedecen mis ojos. Así que así me despido, tanto tuyo como del aire. Escribo desde el rincón de
los trovadores silenciosos.
Julián
El
vaho que emite la sopa de letras huye hacia la ventana. Afuera llueve,
afuera suena un timbre, una voz, un llamado. Me llaman. Quizá has leído
mi nostalgia a distancia, quizá aún retengo algo de aire y tu retienes
algo de sol...
jueves, 8 de mayo de 2014
miércoles, 7 de mayo de 2014
Adiós, Carlitos.
Carlos:
Tengo que hablar contigo. Tengo que
decir mucho y, no sé, siempre hago las cosas mal. Tengo que empezar a hacer las
cosas bien, no sé cuándo empezaré realmente, pero hoy he fumado tres cigarros y
he pensado mucho. No estoy bien todavía, no lo estaré en una semana o en dos o
en tres; quizás en cuatro, sí, no sé. El problema es que tú llenas todo
alrededor mío, realmente me siento feliz contigo. Cuando conversamos empiezo a
sentir mucho, pero esto no debe seguir, no. Yo, hoy, me mega pellizqué y, sí,
te quiero mucho y también me gustas mucho, pero yo necesito salir del entorno
de Sebastián y estando contigo no será así. Necesito que pase tiempo, que
realmente yo esté a salvo de las inseguridades que todo esto me dejó. Me siento
horrible. Es como si hacer esto estuviera mal y bien al mismo tiempo, pero si
está mal es por algo y basta para no hacerlo. Yo no puedo cambiar los hechos ni
la realidad, no puedo cambiar nada en absoluto y las cosas suceden y son así
porque solo lo son y tú eres demasiado importante para mí, pero hoy me di
cuenta que el amor y eso no crece porque sí. A veces siento que nadie será como
tú eres conmigo y tal vez eso sea lo peor de la decisión que tomé hoy.
Que estaré sola, Carlos.
Es mejor tomar distancia. Y dejaré de
llamarte, de hacer lo que hago. No quiero que te sientas mal. No quiero hacer
que sientas más y que te duela, no quiero sentir remordimientos por estar bien y
feliz, por eso prefiero tomar la decisión de alejarme, de tomar decisiones que
definan que me aparten o no. Yo sé que esto no funcionará, sé que te molestarás
conmigo, pero prefiero que te molestes conmigo ahora a que yo después no te dé
ninguna seguridad y tú la necesitarás, Carlos, créeme que será así. Y yo no
puedo.
No puedo dar amor ni cariño, soy un
tempano, Carlitos, todo me reprime y es mejor que me sienta mal sola que
contigo. En serio perdóname por todo. No sé qué pasará, espero que estés bien y
tienes razón al decir que todo tu cariño de esa forma no estará por siempre y
yo solo espero no arrepentirme de esto.
No me odies, Carlitos. No te sientas
mal. Tal vez nosotros solo entramos en nuestras vidas para hacer el cambio y tú
has hecho demasiado por mí. Siempre, desde que te conozco. Yo solo soy una
chica que se deprime mucho, con facilidad, que no deja el pasado y cuando por
fin se decidió, tiene momentos tristes y, Carlitos, yo no estaré bien ahora ni
mañana ni en unas semanas y no puedo hacer que tú aguantes todo esto. Sencillamente
eso es menos justo que alejarme por un tiempo hasta que todo esté bien y, soy
de lo peor, ¿no? Mejor que me duela ahora, Carlitos, porque esa sensación de
estar haciendo las cosas mal no pasará, Carlitos. Como una vez lo dije, yo
siempre seré la ex, él siempre será el chico por el que moría y tú siempre
serás su hermano, incluso al cual yo conocí por Sebastián. Esos hechos nada los
cambiará.
Perdóname mucho, Carlitos. Te quiero
mucho, que Dios te cuide mucho. Gracias por todo, Carlitos, en serio, eres
increíble,
eres todo lo que una chica
debería tener en su vida. Yo quisiera no tener pasado, Carlitos. No sentirme
así. Quisiera ser mejor y me frustra no poder serlo y ser una idiota que solo
no sabe hacer muchas cosas. ¡Carlitos, yo te quiero mucho! Y todo va a estar
bien, ya verás. Espero que logres ingresar a ese trabajo que tanto anhelas. Te
quiero, Carlitos, no sé cuándo hablaremos, espero que todo esto pase pronto.

***
CARLITOS, ya me arrepentí de todo lo
que escribí, ahora te extraño.
***
Carlitos, yo no me puedo alejar de ti.
Maldición, no sé qué hacer. Carlitos, ya, en serio, perdón por todo ese mensaje
en tu buzón.
martes, 6 de mayo de 2014
Diego
Diego, hubiera querido llamarse así. Lamentablemente sus padres no lo decidieron de ese modo. No lo conozco mucho pero en lo poco que lo conozco pude deducir al que creo que es necesario conocer en estos tiempo de luchas perdidas.
Diego nació en situaciones difíciles, la cicatriz en su brazo y su mirada semiprofunda y esquiva son reflejo de aquello. Lo que me cuenta le hizo madurar de forma abrupta, en el afán por sobrevivir al entorno sus capacidades física y mentales se adaptaron al continuo desconfiar y el estar alerta a defender su territorio físico o mental. He ahí la razón de sus resistencias al momento de indagar un poco más sobre su vida.
Noto su interés en ser genuino pero también en no narrar mucho de sí por evitar vulnerabilizarse. Hablamos de sus aficiones, no tardo mucho en reconocer que el fútbol es su terapia y adicción al mismo tiempo.
Diego, sueña ser como los grandes futbolistas y antes de dejar de soñar recuerda que tiene otras prioridades. Otras necesidades de dinero, autoestima, reconocimiento y apoyo familiar que se superponen al sueño de jugar en un club grande y ser famoso.
"Quiero lo mejor para mi familia y creo que debo esforzarme porque ellos se están sacrificando por mi y sé que puedo apoyar también con mi trabajo".
Sus palabras engloban interés por dejar de seguir el camino que los jóvenes de su entorno siguen fácilmente, el conformismo. No. Diego busca el cambio a pesar de su corta edad.
"¿Tal vez la muerte pronta de su padre lo llevo a reflexionar respecto a ello?" Me pregunto como queriendo buscar un hilo conductor entre los factores de riesgo predominantes en su entorno y su decisión de cambio, su resiliencia. No puedo darme una respuesta, pues aún no tengo los medio para interpretar lo que sus creencias y actitud le dictan. Las comunidades vandálicas tienen su orden singular y estan basados en la confianza que pueden ver en ti.
Diego es temperamental, deshabituado al orden, mentiroso quizás, un poco rebelde, por ahí se le han de escapar algunas lisuras cuando intentan reclamarle algo. Pero su determinación me hace confiar que está preparado y dispuesto a frustrarse, chocarse una vez más con la realidad y luego levantarse, avanzar hacia el cambio sólo por conseguir su sueño. El intenta describir aquello que lo impulsa a buscar un status quo distinto y más favorable para el bienestar familiar. Ese sueño es el que sigue anhelando y que compartirá en algún tiempo con sus hijos, narrará en secreto a las estrellas antes de dormir y que añorará cada vez que toque el balón en una pichanga.
lunes, 5 de mayo de 2014
Cadenas
5 de diciembre del 2011.
De pronto en mi afán por escribir he volteado mi mundo, he roto mis esquemas. Sólo miro de vez en cuando la pantalla mientras mi pensamiento vuela algo apresurado por las responsabilidades del día que comenzó. Entonces comienzo a ensoñar parte de mi mundo.
Hoy no espero un día gris, tampoco un día soleado de esos que detesto... Pero no podré evitarlo, Lima es así: gris y soleada. Vive en su contradicción de desierto con mar. Y así a veces siento estar. Mis contradicciones se han hecho poco notorias con la práctica en los años, pero esas contradicciones son las que no me dejan expresarme libremente. Simplemente vivo con grilletes y una llave que no he decidido usar por miedo a saber que hay tras la puerta de salida de la prisión.Mi personalidad deambula entre la miseria y el elevado status ideológico. Indeciso mantengo mis dedos suspendidos en el aire a veces para idear algo atractivo. A veces trato de escribir mostrándome serio, intelectual, tan maduro y esperando que todo se conecte, esperando que todo parezca tener forma. Incluso ahora mismo me doy cuenta que lo intento. He vivido preso de mí.
Sin embargo algo me ha gustado de estar preso. Me he fortalecido. Y sé que ahora que decido quitarme las cadenas saltaré muy alto que sentiré volar, correré velozmente y sentiré al aire rozar mi rostro y decir que soy libre. Y ahora que soy libre (vuelvo a contradecirme) me doy cuenta que nunca fui preso, que simplemente me faltaba entender el propósito de las cosas, como a veces suele pasar.
Aún mantengo miedos, aún doy vueltas en mi propio eje de vez en cuando, aún se me entumece la espalda como reflejo involuntario al recuerdo del peso que tuve que cargar toda mi vida. Pero ahora mis músculos se han hecho fuertes. No hablo de músculos físicos, hablo de músculos en sentido... emocional, o mental. Las cosas parecen más ligeras. Tanto que a veces me olvido que los demás aún no abren sus grilletes y los fuerzo a avanzar y sin querer les hago daño.
Aún tengo mis cadenas... a veces las uso cuando dejo de correr y necesito seguir fortaleciéndome o cuando vuelo peligrosamente alto y necesito un peso para descender.
De pronto en mi afán por escribir he volteado mi mundo, he roto mis esquemas. Sólo miro de vez en cuando la pantalla mientras mi pensamiento vuela algo apresurado por las responsabilidades del día que comenzó. Entonces comienzo a ensoñar parte de mi mundo.
Hoy no espero un día gris, tampoco un día soleado de esos que detesto... Pero no podré evitarlo, Lima es así: gris y soleada. Vive en su contradicción de desierto con mar. Y así a veces siento estar. Mis contradicciones se han hecho poco notorias con la práctica en los años, pero esas contradicciones son las que no me dejan expresarme libremente. Simplemente vivo con grilletes y una llave que no he decidido usar por miedo a saber que hay tras la puerta de salida de la prisión.Mi personalidad deambula entre la miseria y el elevado status ideológico. Indeciso mantengo mis dedos suspendidos en el aire a veces para idear algo atractivo. A veces trato de escribir mostrándome serio, intelectual, tan maduro y esperando que todo se conecte, esperando que todo parezca tener forma. Incluso ahora mismo me doy cuenta que lo intento. He vivido preso de mí.
Sin embargo algo me ha gustado de estar preso. Me he fortalecido. Y sé que ahora que decido quitarme las cadenas saltaré muy alto que sentiré volar, correré velozmente y sentiré al aire rozar mi rostro y decir que soy libre. Y ahora que soy libre (vuelvo a contradecirme) me doy cuenta que nunca fui preso, que simplemente me faltaba entender el propósito de las cosas, como a veces suele pasar.
Aún mantengo miedos, aún doy vueltas en mi propio eje de vez en cuando, aún se me entumece la espalda como reflejo involuntario al recuerdo del peso que tuve que cargar toda mi vida. Pero ahora mis músculos se han hecho fuertes. No hablo de músculos físicos, hablo de músculos en sentido... emocional, o mental. Las cosas parecen más ligeras. Tanto que a veces me olvido que los demás aún no abren sus grilletes y los fuerzo a avanzar y sin querer les hago daño.
Aún tengo mis cadenas... a veces las uso cuando dejo de correr y necesito seguir fortaleciéndome o cuando vuelo peligrosamente alto y necesito un peso para descender.
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