Hoy llegué a casa y lo primero que hice fue
preguntar: Ma, Pa, ¿existe la felicidad o solo existen los mementos felices?

Sabía que sí existía, pero ahora sabía que necesitaba un fundamento. Cuando en
el colegio me preguntaron si era feliz y respondí al instante que sí, no mentí,
soy feliz, me siento feliz; pero luego, mirándome fija y desafiantemente me
preguntaron: ¿estás segura, por qué?… y, bueno, yo creía que eran obvias las
razones para ser feliz, pero fue mirando a los ojos de esas dos chicas que me
di cuenta de que, para muchos que tienen toda la posibilidad de serlo, no era así.
Yo con su misma edad, mismo ambiente y familia (que me quería mucho) me
sentía feliz, sentía que no necesitaba
nada más y no entendía el por qué de su pregunta, pero sí sabía que ellas
querían convencerme de que no existía la felicidad real.
Yo hace un tiempo les había hecho la misma
pregunta, no para probarles nada sino porque quería saber si se sentían
felices realmente. Pero, en cambio, ellas querían hacerme ver que nadie es completamente
feliz y que los que sí lo son era solo porque eran muy optimistas y eso me
pareció una tremenda barbaridad.
Está de más decir que aunque intenté convencerlas con mis propias palabras de
que sí era completamete feliz, no logré hacerlo puesto que nunca me había
planteado una cuestión así. Para mí, yo era feliz y punto, pero ahora reconocía
que había gente que iba necesitar una respuesta y yo me propuse a darles una, y
una de las buenas, por lo tanto, ni bien llegué a casa eso fue lo que hice,
preguntar a ver si encontraba algo y sí, encontré.
Mis experimentados padres me dijeron lo siguiente:
La felicidad no es un estado de ánimo, es una decisión, un estilo de vida. A la
alegría, en cambio, sí se le puede llamar un estado de ánimo y por eso la gente
suele confundir la alegría con la felicidad. Uno es feliz cuando tiene un
propósito para vivir, cuando está en paz y, obviamente, en comunión con Dios,
cuando vive por los demás y para ellos. Cuando no es egoísta y no le interesa
lo material, cuando tu felicidad no
depende de lo que tienes sino de lo que eres y puedes llegar a ser. No depende
de la personalidad ni de los problemas que puedas tener porque al final si
tienes verdadera confianza en Dios, dejarás todo en Sus manos y tú simplemente
sentirás paz y tranquilidad sabiendo que Dios se encargará de todo. En resumen,
la felicidad no la consigues viviendo para ti sino para los otros y confiando
en Dios. ¿Qué otra felicidad puede haber?, no te puedo decir, porque no importa
cuán difícil sea tu vida, Dios nunca te dará algo que no puedas soportar y solo
podrás seguir siendo feliz a pesar de tus problemas si sabes que más allá de
todo tendrás tu recompensa por haber disfrutado de todo lo que Dios te dio sin
quejas ni murmuraciones. Si tienes problemas y dificultades, pero sabes que
Jesús murió por ti y que un día todo será perfecto y aún así no eres feliz,
bueno ya no tengo ningún otro consejo, la razón es que simplemente estás limitando tu vida a cosas que piensas
que te llenan pero que, en realidad, son una rutina, solo estás fingiendo con
las personas que amas y no expresas lo que sientes en verdad, sientes que no
puedes y dejas todo por tu falta de fe, entonces tú tienes la culpa de no ser
feliz, porque simplemente con respirar y tener a tu familia junta ya deberías
estar saltando en un pie.
Hace tres años me podías preguntar si era feliz y te
iba a responder que lo era. Casi siempre me avergüenzo de mí misma por haber
hecho de mis problemas una grandiosidad, pero ahora me alegra poder decir que
no tengo problemas sino simplemente dificultades que estoy dispuesta a superar. La gente piensa que soy feliz porque
soy muy optimista y que eso es parte de mi personalidad, pero, ¿saben? La
personalidad la vas adoptando con el paso de los años, no es que naces así. Yo
me volví optimista desde que comencé a ver la vida desde los ojos de otros y a
agradecer por la cosa más pequeña que haya recibido.
Me apenan las personas que creen que ser feliz es tener una vida perfecta y
libre de preocupaciones, si fuera así ya estaríamos todos en el Cielo, pero
mientras estemos aquí solo nos queda aprovechar y agradecer por cada cosa buena
y mala que nos sucede, porque de todo se aprende y si aún no lo has hecho: mírate
y ve que está fallando allí adentro porque Dios no te hizo para tener momentos
felices y tristes sino para vivir la vida plenamente y, si aún no sabes qué es
eso, anda y habla con Dios y Él te dará la respuesta.
Piensa en la gente que muere de hambre, de frío, de tristeza, soledad y desamparo
y ahora piensa en ti. Es cierto que cada uno tiene sus propios problemas, no
estoy aquí para juzgarte, pero tampoco para justificar tu desgano y cara de
decepción y conformismo. Así que, en lugar de estar ahí tirado, pensando en por
qué no eres feliz, levántate y haz felices a otros, por ahí comenzarás a
sentirte mejor y a darte cuenta que no hay razón para andar filosofando cuándo
la felicidad estará en tu corazón si en primer lugar Dios estuviese ahí y, en
segundo, estuviesen los demás.
Hay millones de razones para estar triste pero hay
infinitas para ser feliz, es verdad, la vida no es perfecta, pero la perfección
llega después de un arduo trabajo. Es difícil comprenderlo, pero es más difícil
entender cómo unos pequeños pueden ser felices con una caja de cartón, la verdad,
no debería serlo porque muchas veces los pobres son más felices que los ricos,
porque para ellos con vivir basta. No quiero decir que no hay que trabajar,
pero ya basta de explicaciones, ustedes ya entienden.
Mañana tendré una buena explicación de porque soy feliz. Para mí, ¿qué es el
amor?, es una pregunta más difícil realmente, por eso al preguntarme si era feliz
respondí simplemente que sí, algo más simple no puede haber, pero ya vieron las
mil y tanto palabras que pueden salir de esta pregunta, en fin, cada uno con su
pensamiento.
Anda, abraza a alguien, verás toda la felicidad que sale de una pequeña cosa.