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Un blog diferente.

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jueves, 21 de marzo de 2013

Editorial - Semana 3

 Hola,

Hoy, Día Internacional de la Poesía, es el cumpleaños de una amiga y autora en este blog. Monica. Un 21 de marzo nació, creció y sigue creciendo. Le envío un saludo muy afectuoso desde Lima hasta Paraguay siempre deseándole lo mejor. Aclaro que es por esta razón que la semana que ha pasado sólo tuvo tres publicaciones.

Las noticias de la política seguro han distraído la atención de los que en algún momento han comenzado a leernos, también puede ser una causa el inicio de clases. Aún así sé que hay muchos que de alguna manera siguen este comienzo todavía tímido. Nos siguen porque son amigos, porque gustan de lo que escribimos aunque no alcance aún la valla y por otros motivos que no conozco. Por ello  y por el motivo por que nos sigan... se les agradece. 

A causa de algún comentario "x" recalco que no es la intención de que esto se convierta en un blog de autoayuda, tiene un objetivo más elevado. Conforme vaya esfumándose ese velo de timidez que cubre a algunos de los escritores de este sitio podrán ver el fondo y la forma de manera muy clara.

Ahora se abre una nueva semana. Cargaré con el mismo tintero de siempre por aquí, por allá, por todos lados. Veamos hasta dónde se llega con una publicación inocente, y hasta dónde, con un poco de imaginación.

Sin más que decir. 
Gracias

Soy JuanJo


miércoles, 20 de marzo de 2013

A prisa


¿Para qué corremos?
Llevo la vida a prisa desde que tengo uso de razón, los sabores han pasado casi sin ser percibidos; los colores y los sonidos, también. Y es que "la velocidad con que avanza el mundo..."

Han pasado apenas dos meses desde que comencé a, para variar, correr, aunque esta vez sin un sentido concreto; esta vez corro sobre el pavimento, respirando algo que ya había olvidado. Correr para dejar de correr. Sí, la frase es contradictoria y absurda, pero es la manera más correcta de definir este estado.
Pero vuelvo a preguntarme: ¿Para qué corremos en la vida?
Moriremos sin duda, ¿acaso creemos que por robarle horas al sueño o vivir con un reloj en la muñeca que miramos cada dos minutos viviremos más?
He vivido esa vida, pero he sentido tal fatiga física y espiritual que llegué a un punto en que las fuerzas ya no me daban más, la voluntad tampoco. No digo que a todos les pase lo mismo, por naturaleza soy más débil que la mayoría.

No sé cuanto tiempo voy trotando en esta vía. Pero, parece que el alma ha vuelto a mi cuerpo, al menos siento que respiro. Al mismo tiempo siento que huyo, de todo, de todo eso, y de lo otro también. Hace pocos minutos, mientras miraba el abismo que se extendía ante mí, las olas que reventaban contra las piedras allí abajo. ¡Demonios! Todo lo que he pensado. La vida no merece que uno le ponga fin... lo acabo de aprender. No merece que la lance a los vicios, no, no lo merece. No recuerdo por qué motivo empecé a correr, sólo sé que estoy haciéndolo, empecé a escapar de mí, de mis fantasmas, de su imagen y su recuerdo asesinos.

Ahora es el final de mi carta.

¿Sabes? Sigo viviendo. Y aunque dicen que huir es de cobardes... nunca me sentí tan valiente.

martes, 19 de marzo de 2013

Honestidad para hacer la diferencia.


Excluyendo de plano el mensaje político del que fuera, en el 2011, el eslógan del partido que hoy es gobierno, busco rescatar esta frase como un estandarte de moral, de una autenticidad que no se refleja solo en la forma de hacer las cosas, la honestidad es un rasgo inherente, casi un aroma ineludible que se siente y se siente fuerte en la forma de ser de quien es honesto.


Lima es una ciudad golpeada, una ciudad violenta, una ciudad de gentes egoístas, de mentes perversas, de corazones desobedientes. Pero lo que más la aqueja, es que Lima es una ciudad asaltada por esas hordas de criminales que han puesto en jaque la honestidad. No solo nos roban desde el gobierno, que opera desnudado y a vista y paciencia, con el consentimiento de todos nosotros, víctimas complacidos; nos roban las empresas a las que nos han obligado a mantener sus fondos dinerarios; nos roban cuando nos ofrecen algo por lo que pagamos y recibimos un producto inferior, alegres lo aceptamos; nos roban cuando subes al bus y te obligan a pagar lo que no debes; nos roban cuando en ese restaurante no te sirvieron lo que pediste y con una carcajada dejamos que la cosa pase nomás; nos roban cuando salimos a caminar y por caminar nuestra vida puede llegar a valer menos que un celular, menos que un billete, menos que lo menos porque la honestidad ha sido despavoridamente ahuyentada de las calles. Vivimos en una sociedad deshonesta y cínica, cínicos todos, permisivos ante el robo, quietecitos ante el imperio del horror, sinvergüenzas, malhechores. Unos por robar; otros por silenciar y convertirse así en cómplices.
Pero las masas aprendieron a indignarse. Una incipiente sed de búsqueda de honestidad ha despertado en las glándulas de los limeños. Y toda esta inquietante realidad la podemos extrapolar a la sociedad del mundo en general.
Enferma del cogoteo salvaje, que nace de la desobediencia, producto del egoísmo, esta sociedad mundial tiene indignados y tiene legiones de anónimos, tiene colectivos sociales transnacionales, tiene apoyo de las gigantescas cadenas. Este sentir es, hoy por hoy, un sentir pandémico: no callarse más ante la cultura del robo.
El mundo se está moviendo, el mundo está ocupando, el mundo se está levantando. Pero una vez en que coincidimos con el fondo, podemos pasar a ser cuidadosos con las formas. Con violencia no vamos a combatir la violencia. No seamos partícipes de esta agudización de las contradicciones. Hay fórmulas más eficaces para enfrentar la deshonra que nos está arrebatando la paz.
Ya hace miles de años, allá en el Sinaí, se había escrito en una de las tablas: No robarás. Hoy te lo digo a ti, ¿no quieres más de esto? Pues basta, tú no lo hagas tampoco.
¿No quieres más estafa, robo, mentira, hurto? No lo practiques jamás. Ten por seguro que alguien te está mirando, que alguien verá en ti un ser de paz, que contribuye al bien y ese hombre seguirá tu ejemplo y puedes desatar con tu solo accionar, que parte desde el centro más profundo de cada pensamiento, toda una nube bienhechora, de buen comportamiento, de decencia, de honestidad. Solo así podremos hacer una diferencia auténtica, visible y capaz de transformar realidades.

PD. Saludos a la señorita de la sonrisa hermosa.

lunes, 18 de marzo de 2013

Lo que falta...

Entre afirmativos y negativos se fue decidiendo un aparente futuro. Bastante incierto, claro está. No quiero quedar de politiquero ni mucho menos partidario de alguno de los bandos. Simplemente hay algo que no va bien... y es algo que sin necesidad de pensarlo mucho uno puede notarlo.


Honradez. Es común escuchar palabras y palabras, pero es poco común ver obras y obras, y de verlas se acompañan de costos elevados que denotan mala administración o malversación de fondos. Pero acaso no cae el resto en el mismo asunto. Darle una falsa dirección al cobrador para que nos cobre veinte céntimos menos, utilizar un rompellaves para captar la señal Wi-fi del vecino, y otras cosas tan "insignificantes" que hacemos ya por costumbre, por imitación, por "vivos" o por alguna razón que escapa a las dichas anteriormente hacemos. Alguna vez escuché algo sobre la cultura de la "viveza", tal vez creemos que es una exageración, pero cuán dañino puede ser el perder nuestra integridad.
Uno de los recuerdos que tengo de mi infancia es la insistencia de mis padres en la honradez. Tras trágicos sucesos llegué a salir de la burbuja en que entonces me refugiaba y me topé con lo que llamamos mundo. Sin duda fui tomado de inocente, hasta adaptarme, hasta poder ser parte de un grupo, hasta desarrollar estrategias de supervivencia. Pero nunca logré tales objetivos en su totalidad. No me pondré como un ejemplo de honradez, sin duda con el tiempo también he caído en esto, aunque procuro siempre evitarlo. Es sólo que la gran ilusión por conocer lo que me rodeaba se esfumó al ver tal imagen tan decepcionante. A veces suelo preguntarme el porqué, pero no he encontrado una respuesta, ya que está basada en decisiones mías y de los otros. Ahora esperando tomar la línea que me lleve de regreso a casa, pienso en mis aspas o cruces, los SI y los NO que marqué o no marqué y aunque quisiera encontrar una opción que asegure este gran principio, no la encuentro. Se ha vuelto muy común votar por el "mal menor", una visión altamente denigrante. Subo al autobús. No hay asiento. Suben ancianos que esperan parados algún gesto humano, otros llaman la atención a los jóvenes y adultos sentados. He conseguido extraer un libro de mi mochila. Leo.