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Un blog diferente.

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viernes, 4 de abril de 2014

¿Sueño contagioso?

El otro día, en mi clase de Metodología de la Investigación, leí una frase que capto toda mi atención. Se trataba de una imagen superpuesta a una diapositiva, que contenía un colorido y sarcástico enunciado el cual decía: «Importante descubrimiento científico: Las embarazadas y los ancianos causan sueño». Sonreí, por la irónica jocosidad  del título.  Luego a mi mente vinieron flashes de todos mis exhaustivos viajes en ómnibus.
Salí a mi receso, y la idea seguía dando vueltas en mi cabeza; terminaron mis clases y no cesó “el bichito” por querer escribir sobre esta cruda realidad. Realidad que se vive los trescientos sesenta y cinco días del año, y más uno, si es un año bisiesto.

Y es que siendo francos, queridos lectores, en alguna oportunidad hemos estado tan cansados de la rutina, que al subirnos al bus que nos conducirá a casa, rogamos internamente que no suba ninguna persona que nos obligue a cederle el asiento.  Nos acomodamos, nos adueñamos de esa pequeña porción acolchonada –y en algunas ocasiones, dura– de espacio. Pasan los minutos y meditamos mejor, “es un deber moral ofrecer mi asiento a alguien que lo necesite más que yo”, nos convencemos de que es lo correcto. Comienzas a acostumbrarte a la cálida sensación de reposo que tu cuerpo encuentra, tus ojos se doblegan con suavidad y suspiras tranquilo porque sabes que aún queda tiempo para llegar a tu destino. Pero de pronto, el cobrador grita un poco cortés “asiento reservado”; sabes que debes abrir los ojos y ver quien es la persona que lo demanda, sin embargo, te mantienes atento en la oscuridad, esperando a que alguien más realice aquello que te habías propuesto a hacer.

Una gestante o un anciano, suplica que por favor alguien pueda darle, lo que por ley le corresponde. Al parecer, todos duermen y están demasiado agotados como para realizar ese “sacrificio”. La conciencia comienza a martillear a los más sensibles, pero a pesar de eso, la indiferencia que se climatiza en el lugar es más contagiosa que la TBC circulante por el aire.

¿Quién nos entiende? Nos quejamos de otras injusticias e indiferencias, entre comillas mayores, que suceden en nuestro país, cuando los portadores de este suceso amoral disfrazado de excusas, somos nosotros.
El título de aquella imagen, nos hace ver que estamos siendo infectados con el virus de la fría indiferencia, ante personas igual a nosotros. No estamos exentos de algún día llegar a cumplir tantos años que nuestro cuerpo nos cobre la factura, o –en el caso de las mujeres– de ser madres. Las leyes de la vida son así.

¿Sí es algo patológico? No lo creo. Ellos no provocan sueño, sino una sentida indiferencia. Descubrimiento o no, es un claro suceso de la realidad.

jueves, 3 de abril de 2014

Trémolo

Cuando la luz se apaga...
cuando muere el sol,
cuando las flores dejan colgando sus cabezas, inertes, sin el romance que tuvieron alguna vez...
Cuando se apaga el amor.

Allá van sus ojos que tras nuevos cristales ven un mundo distinto. Los míos contemplan silenciosos la soledad, los míos se cierran y persiguen, tanteando, nueva luz.
Palomas han alzado el vuelo, ligeras, han alborotado las nubes. Es su ausencia ahora la que canta, la que invita a corazones amadores a sufrir por ella, pero no todo solitario sufre... eternamente.

Hago un conteo regresivo, la oscuridad no puede ser eterna. He adornado con luz artificial las ventanas de mis ojos, he ido un poco más allá para hacer un pacto con el olvido. Soy mendrugo de pan que orgulloso se pierde sin ser consumido. Y veo como sus ojos se alejan en lenta travesía, veo la soledad hambrienta merodear por los alrededores. La noche despliega un juego de colores, de esperanza, de vida.

Entre letras inconclusas empiezo a perder la ilación de mis pensamientos. Entonces los cristales rotos parecen acusarme de mi propia oscuridad, porque la luz está apagada, pero sigo viendo.
Y es que... allá se van sus ojos, se despiden con un beso, un beso indeleble y mortal.. y es que ya estoy muriendo..

Y la luz se apaga...
muere el sol,
las flores cuelgan sus cabezas, inertes, sin el romance que quizá nunca tuvieron...
Se apaga el amor.

miércoles, 2 de abril de 2014

El Golpe.

1. Golpe: Choque repentino y más o menos violento de un cuerpo contra otro.

"Fujimori dispuso anoche disolución del Congreso". - 
Moderado titular en portada del diario El Comercio (06/04/1992)

Para ningún peruano vivo debería quedar la menor duda de que la peor cara de la política (social) del país viene con el sello de la izquierda, es decir, del comunismo y sus modernas y/o antiquísimas variaciones. El velascato, la política económica de Alan García I (estatización, dejar de pagar deuda externa, cerrar el comercio con el exterior, etc.), Sendero Luminoso, MRTA, Susana Villarán. Si bien no podemos generalizar y tildar a toda la izquierda de malévola o inepta, o ambas a la vez, lo peor que le ha ocurrido al país ha salido de sus escuelas, de sus canteras. Y como quien no quiere la cosa, hoy ya renovada y con la cara lavada, la izquierda luce democrática, inclusiva, pacífica, esperanzadora, esgrimiendo los mismos argumentos que Marx y Engels incitaron a finales del siglo XIX y que han permanecido vigentes en las doctrinas comunistas, llámeseles caviares, rojos, fósiles, LGTB, chavistas, anti-imperialistas, ateos, antiapristas, antifujimoristas, anticiprianistas, panteístas, nuevaeristas, y otras deformidades más.

Enumerar la podredumbre que ha salido del comunismo es inútil, todos lo saben. ¿Pero qué sucede con los héroes? ¿Quién te aplaude por la comodidad de la que hasta hoy gozas? El capitalismo es esencia, la libertad. Y cuando la libertad es producto de un duro -y traumático- golpe, ¿acaso debemos dejar de agradecer?

El coche bomba no amenaza hoy, la hiperinflación es una leyenda, las colas ahora se dan en el banco de La Nación, ya nos miran con interés desde afuera, no somos el patito más feo de América Latina. Las mieles del capitalismo gustan a todos, pero hemos de crucificar por siempre al líder que tuvo el coraje y los pantalones de romper los huevos para hacer las tortillas (Villarán dixit), de aquel ser humano de quien la historia se encargará de premiar y nosotros, ¿enterrar?

Un presidente caviar con mano tembleque no hubiera podido hacer nada con un congreso comunista entregado al embotamiento mental de discursos elocuentes e infructíferos, peor aún, ningún shock económico nos hubiera sacado de la podredumbre si este no venía con un cambio social de formalización, de lucha contra el terrorismo, de una necesaria censura a la doctrina que engendraba muerte, léase, el comunismo.

Hernando de Soto, destacado economista liberal, ha elogiado a Fujimori y señalado como importante el cambio ideológico de Alan García. La transición de los 90 volvió posible lo que en el FMI y el Banco Mundial era considerado un imposible: el milagro peruano. La formalización de cientos de peruanos microempresarios dio paso a que la acción voluntaria, la empresa, la iniciativa privada, le dé el pie de lucha al oscuro sendero. Cuando al hombre rezagado por la historia se le empoderó para que tenga su propia empresa (por fin algo propio), en ese momento, surgió el milagro. Esa no fue una prédica ideológica porque el mercado no es ideología, el mercado es acción, es pragmatismo. El mercado son hechos con resultados palpables. Los procesados ministros Boloña y Hurtado Miller accionaron un cambio auspiciado por Alberto Fujimori con la habilidad gerencial que las drásticas decisiones ameritan.

Armeane M. Choksi y Demetris Papageorgiou, dos ex funcionarios del Banco Mundial que participaron en las negociaciones con el gobierno peruano para estabilizar la economía a inicios de los noventa, han declarado así:

"Entre nosotros y el gobierno hubo un alineamiento casi total. Ellos eran los principales convencidos de que había que hacer las reformas y nosotros jugamos, más bien, un rol de apoyo... En efecto, el gobierno puso las metas y nosotros las discutimos extensamente con ellos. Pero siempre estuvieron en el asiento del piloto. Y debo reconocer que en muchos casos me sorprendieron con las cosas que estaban dispuestos a hacer."
En el Perú, el gestor del cambio está preso. Y simpatizantes ideológicos del germen de la casi destrucción del país, libres y gobernando. No sé cuántos de nosotros tengamos el valor de reconocer con la hidalguía que amerita el caso, que fue Alberto Fujimori el gran revés de la historia del país, revés para el beneficio de todos. 

Decía Aldo Mariátegui con la certeza liberal que le caracteriza: "Lo cuerdo es atraer al fujimorismo al ‘mainstream’ político, limándole sus aspectos repudiables y olvidando un poco el pasado, que los 90 fueron fruto de las barbaridades anteriores y de una coyuntura apocalíptica. Y ya pasó"

El golpe, por cierto, fue antidemocrático, inconstitucional, no fue lo mejor. Pero, ¿vamos a juzgar lo que nos trajo paz y prosperidad? Se cerró un congreso inútil, un poder judicial corrupto. Se desmembró el estado elefanteásico inútil, se privatizó, todos cambios durísimos, pero ciertamente necesarios, fructífieros y productivos. Pragmatismo, le dicen.

"La economía abierta y la nueva clase media son frutos de esta victoria política. Sus autores son quienes dieron su vida por defenderlas, pero también los políticos que rompieron la inercia del statu quo y permitieron que se aplicaran las recetas económicas por las que lucharon..." - Hernando de Soto. 

martes, 1 de abril de 2014

¿Napoleón?

Recogí las sombras de la esquina de mi dormitorio, las escondí en el lugar más oscuro que encontré, mi bolsillo.
Encendí la luz que entraba por la ventana, y saludé al sol que pintado sobre el cielo me miraba.
No quise mirar al espejo pues mi sabía que mi rostro cambiaría, no era yo y presentía que no me encontraría en otra habitación igual a la mía pero dispuesta a lo opuesto.
Las sombras quisieron salir, mis ojos atraparon la luz, la interpretaban como color, ese era yo, o simplemente mi mente.

El sonido de mis pisadas hacía eco en el pasillo afuera de la habitación, sentía que no habían parlantes escondidos detrás de las paredes y la pileta en el patio principal era sólo un agradable video en una pantalla plasma que cubría todo cuanto podía detrás de las columnas barrocas del edificio donde me encontraba.

Mis vestiduras blancas me hacen acordar aquella historia de cuando estuve en la luna, caminando con pasos de hombre pensando que daba pasos largos y lentos con poca gravedad, era yo, lo presentía, desde ahí pude observar cómo se creaba el universo primario, de una planta, de un algarrobo, único en su especie, único en su larga conversación con el mar.

En la mañana lo recuerdo, sonreí a las estrellas pues sabía que vendrían a saludarme, las madrugué, suelo ser muy listo con ellas.

El doctor vino esta mañana, me saludo también y quiso saber si aún seguía viendo esas luces en la pared, lo que el no sabe es que aquella pared está pintada de cielo y a veces cuando estoy triste llueve y cuando termina de llover sale el arco iris, tampoco sabe sobre las nubes que caminan por el techo ni sobre los pajarillos que cantan de mañana.

La enfermera es muy bonita, ella no quiere saludarme y yo por eso prefiero mirarla, de lejitos no más para que no se dé cuenta. Ella está construida de finas sedas traídas de la india, por eso cuando sonríe no tiene arrugas, en cambio el doctor, el está manufacturado en una país cercano, creo que lo trajeron de contrabando.

La he llamado Josefina, porque me suelen llamar Napoleón. Pero yo se quien soy, yo soy quien sabe que es lo que piensan los demás, no soy Napoleón, pues el murió hace tiempo. Sólo les hago creer que soy Napoleón para que piensen que me gusta Josefina, espero que algún día sepa quien soy y ya no sólo me quiera por mi dinero sino por lo que soy. Le he escrito  muchas cartas, ella las lee a escondidas, incluso se las muestra a sus amigas. Yo sé que algún día me enseñará la entrada secreta a este edificio, para poder salir y escapar de esta caverna de Platón.

Mis ojos me pesan, debe ser aquella piedrita blanca y lisa que me da Josefina para olvidarme que puedo saber los pensamientos de los demás, pero pocas veces me convence de lo contrario. Es tiempo de dormir. Gracias por leerme, ahora tus ojos saben un secreto y no se lo cuentes a nadie. Cerraré mis ojos y se acabará la película, saldrás del cine y saludarás a tus amigos, preguntándote si seguirás tu camino o decidirás cambiar de ruta.