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Un blog diferente.

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jueves, 7 de noviembre de 2013

Pieza 3

Pero ella y yo somos de corazones distantes,
huraños, inestables.
Su luz es, a veces, mi oscuridad
y yo
jugando entre cortinas blancas
me convierto en su ciego predilecto.

En el salón su voz se escucha en notas
de un piano viejo,
mi pintura se desliza en el fondo del alma
que se tiñe de rojo
de amor y de dulzura.
Mientras se aleja lentamente
una ilusión,
una canción,
y estrellas
que me miraron alguna vez
para hablarme de noches
serenas, en el mar
de los recuerdos.

Por ello somos de corazones distantes,
su sonrisa es, a veces, mi tristeza
y yo
jugando entre cortinas blancas
soy un ciego menos y un loco más.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Tener.

Cada sombra tiene su luz;
cada voz, su silencio;
cada lágrima, su emoción;
cada momento, su recuerdo.

Un día, su atardecer;
una canción, su armonía;
un camino, su destino;
una casa, su salida.

La mañana, su cielo;
el viento, su silbar;
la lluvia, su arco iris;
el vivir, su respirar.

Cada fuego, su luz;
cada río, su caudal;
cada montaña, su horizonte;
cada mar, su profundidad.

Un gato, sus bigotes;
una paloma, su cantar;
un búho, su paciencia;
una araña, su tenacidad.

La libertad, su restricción;
el perdón, su reconciliación;
la alegría, su brevedad;
la paz, su longanimidad.

Cada vida, su latido;
cada ser, su levedad;
cada esencia, su consistencia;
cada humano, su motivo.

Un juego, su recreación;
una historia, su decisión
un niño, su aprender;
un anciano, su educar.

El dolor, su episodio;
el error, su enmienda;
ea inocencia, su sutileza;
la bondad, su consecuencia.

Cada palabra, su significado;
cada mensaje, su autor;
cada espacio, su lugar;
cada anhelo, su tal vez.

Un miedo, su precaución;
una carrera, su galardón;
un sacridicio, su recompensa;
una respuesta, su reacción.

La felicidad, su futuro;
la perseverancia, su fruto;
el amor, su abnegación;
el corazón, otro corazón.

martes, 5 de noviembre de 2013

Tres historias de un fotógrafo aficionado


Hoy me encuentro imprimiendo algunas fotos que tomé hace mucho tiempo. Una de mis grandes aficiones es la fotografía. El poder de capturar espacio y tiempo en papel es un privilegio, ahora, muy utilizado. Sin embargo, considero que hay que darse un tiempo, no mucho, si no pierdes el instante decisivo, pero el suficiente como para encuadrar, componer y plasmar la visión de la realidad que deseas expresar y que se te presenta frente a tus ojos.



Mi madre me dijo alguna vez en mi infancia que cuidara mis ojos. Que no es bonito quedarse ciego. Pronto, empecé a tener curiosidad por la vida en ceguera. Vendaba mis ojos y caminaba por mi dormitorio, que por el momento que duraba mi juego se convertía en una calle concurrida y yo, un transeúnte perdido. El juego terminaba dándole la razón a mi madre. Con las canillas golpeadas y uno que otro chinchón alguna vez.



La oscuridad también me causó intriga unos años después. Salía a la azotea de mi casa en las noches tranquilas antes de navidad y me divertía imaginando formas con la ropa tendida en los cordeles. O el uso de pinturas fosforescentes.



Tarde o temprano, a eso de los cinco o seis años la fotografía me sorprendió. Me encontró entre sombras de lucidez y raciocinio. Un flash. Unos chasquidos de dedos y unas arengas para que sonría. Mi madre tenía una cámara compacta que se cargaba con una película automática. Una innovación y avance para la fotografía de entonces, pues era a prueba de hijos curiosos que probablemente la abrirían y correría el riesgo de velarla sólo por la curiosidad de saber por qué tanta alharaca. Felizmente mi padre me encontró a unos segundos de haberla abierto y rescató las fotos del inminente olvido. Unas semanas después nos dirigíamos a la tienda amarilla para recogerlas después del revelado. Fue grande mi asombro al examinarlas una por una y recordar los detalles de cuando fueron tomadas. Unas de un viaje a mi tierra, Huancayo. Otras del paseo en el zoológico. Y otras más de la playa.



Ahora que veo las fotos que acabo de imprimir, descubro que hubieron algunos detalles que habían pasado desapercibidos a mi ojo y que complementan el cuadro, otros se incrustan y otros más no sé cómo llegaron ahí. Bueno, de eso se trata el aprendizaje…



***



Ese día íbamos a comprar mi cámara. Fue mi regalo de promoción. Una vez que la tuve entre manos, empecé a examinarla. La letritas en el borde del lente, el obturador, el rollo de película que me compraron y las indicaciones para colocarlo. Me gustaba escuchar el motorcito rebobinando la cámara una vez agotadas mis 36 tomas. La expectativa de ver las fotos, y la mediana nostalgia de encontrar algunas casi veladas. Hoy, disfruto de aquel efecto, entonces no era tan grato.



Un día que me puse a jugar básquet, olvidé que llevaba la cámara en mi casaca. Y sufrió una de las caídas más estrepitosas, que me arrepentiría unas horas más tarde. Las fotos que tomé después, todas se velaron. Fue un dolor suspendido mediante la espera del revelado. Fue cuando aprendí el porqué del dicho que reza que nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde.



***



Pasaron unos años, muchos a decir verdad. Lima estaba cambiada. La visitaba cada día. Tenía que trabajar. El invierno no llegó duro ese año. Nos dijeron que iba a pasar sutil. Lo que no pasaría sutil sería el tráfico. Sin embargo, ese día estaba preparado para premiarme con una cámara. Pocket o compacta. Sencilla. Para llevarla a todas partes y tomar todo lo que quisiera era mi excusa, verdad a medias.



La verdad completa era que llevaba mucho tiempo recordando la emoción de capturar una imagen y tenía tantas imágenes pendientes por capturar. Lima se presentaba libre de ser capturada en sus planos. Las personas en la calle, cada una ensimismada en su rutina, los vendedores, los choferes y cobradores, la inauguración del Metropolitano, la vida en la capital, tan apurada, tan despreocupada, tan insegura, tan inestable, tan impredecible, tan bizarra e indiferente. Incompresible y viva al fin. Además de ello, los monumentos que encuentras a cada paso, sus parques, sus mercados, el encuentro de distintas realidades en la demarcación territorial de dos distritos, los cono y la vida al día a día.



Por esos días había quedado con mi enamorada en encontrarnos en un mall después del trabajo, así que decidí que ese día también compraría la cámara. Nos encontramos, caminamos y le acompañe a comprar. Ese momento se pasó rápido pues estaba pendiente de llegar a la zona de cámaras. Pregunté por un modelo de cámara que había visto en un catálogo y le pedí que lo preparara para llevarlo a casa. Mi enamorada me miró asombrada. Llevábamos poco tiempo de haber iniciado nuestra relación, así que le sorprendió mi interés por la fotografía. Nos habíamos conocido durante la universidad y en ese entonces algunos intereses no eran factibles de reconocer.



Escritura, por ese entonces llevé un blog, que luego borré y lo volví a abrir y volví cerrar hace poco. Una que otra vez se me ocurrían guiones para actuaciones y otras algunas historias, cuentos o poemas que aún faltan pulir. Una oportunidad en el intermedio de clases se acercó a mí pues me observó pensativo. Le mostré que mi cuaderno donde redactaba lo que posteriormente postearía, lo leyó, sonrió.



Lectura, un hábito desordenado que llevo de vez en cuando, por partes y a todas partes, algunos libros se terminan de leer solos, otros los culmino en poco tiempo y otros más se leen con paciencia y actitud. Nunca uno a la vez.



Fotografía, el diseño y la ilustración se convirtieron en una prioridad durante la universidad, sin embargo lo solía hacer para guardarlo en el disco duro de mi computadora. La necesidad latente de tomar fotografías se mantuvo mientras diseñaba algunas ilustraciones para un afiche que me hicieron a pedido. Tarde o temprano sabía que debía encontrarme nuevamente con la fotografía y redescubrirla.



Ahora ella también comparte el gusto por la fotografía, está aprendiendo algo de lo que lo aprendí y de lo que ella misma descubre. Hoy, ella está de viaje, llevó su cámara. Pronto regresará para contarme sus aventuras y para mostrarme lo que capturó. Acá, yo también sigo tomando algunas fotos a manera de extrañarla, a modo de capturar el tiempo y el espacio y guardarlo para cuando ella esté aquí.

Postdata: Y tú  ¿Cómo te encontraste con la fotografía?

lunes, 4 de noviembre de 2013

Giro a siniestra - (4)

El mar de noche es una maravilla, sombras nubosas flotan allí mientras se mueven apenas. El mar ha existido siete años ya. Nunca las mismas aguas, nunca los mismos cielos encima de él. Y entre página y página va oscureciéndose un poco más.
Mi asiento no ha dejado de ser cómodo, pero mis ojos se cansan de caminar sobre páginas pobladas de historias.

Santino bosteza y fija la mirada en la misma horizontal de siempre y vuelve a perderse tal vez por la necesidad de pensar un poco más, para sentirse vivo, sentir que existe y ser más que una masa en movimiento. Saber que cambiar no es sólo una respuesta, es una decisión. Entonces su vida que oscilaba en esos años sobre una barca vieja, respira nuevamente y se separa de su otro yo. Santino era el que no era, el conflicto interno de su alquiler.
Y sobre la roca, siente la tibieza de aquella estación. Su sonrisa se refleja en el cielo y como dentro de un ciclo constante se evapora y asciende.

Las últimas páginas van pasando delante de mí, pero mi mente se ha quedado estancada en el comienzo. ¿Qué sucede cuando las cosas que esperas no se dan, cuando la vida parece dar giros sin sentido, cuando no sientes encontrar el equilibrio que viviste buscando y nace la pregunta: para qué estoy aquí?
He dejado de marcar la página, mi libro se ha cerrado al igual que mis ojos y ahora tal vez estoy dentro del libro, tal vez soy el que le rento un cuerpo a Santino.

Y los pescadores ya han partido…