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Un blog diferente.

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miércoles, 19 de febrero de 2014

Paraíso.

La noche es violenta, dura y caliente; estar cerca al Caribe tiene sus ventajas y sus cosas malas, claro. No soy de por aquí, de donde yo vengo, a esta hora el frío te corta los huesos. El ande no es como estar cerca a estas playas tan maravillosas, pero la gente, la gente es muy parecida. Somos personas que pensamos diferente a las otras y por eso, las odiamos.

Vine con mi esposa por primera hace tres años, cuando recién nos casamos. De hecho, este fue el muy bien recibido regalo de bodas. Allá en mi tierra no hubiera siquiera soñado con un viaje a un pueblo medianamente lejano, pero ellos me trajeron, no sé cómo enteraron de mí, no tengo idea de cómo supieron que me había casado, no sé nada de nada. Ese día llegó un modesto automóvil afuera de nuestra casita y en tono de tierras extrañas nos dijo que el Comandante nos deseaba una muy feliz vida juntos, que Dios nos bendiga y que nos extendía un presente para poder disfrutarlo, un viaje a la maravillosa nación bolivariana, todo gratis.

Es irónico, nadie nunca se había acordado de mí en mi tierra y este, que ni siquiera sabía quién era, venía y me daba un regalo de esta naturaleza. Pronto empezaron a construir casas nuevas para los que vivíamos allí, fueron rapiditos y muy gentiles con todos nosotros. Entonces llegó el día de partir, ese día, que tuve que irme para Venezuela, fue la primera vez que pisé Lima, tenía que pasar por el aeropuerto internacional así que, según me enteré después, no era técnicamente Lima, sino el Callao. Lo último que me llevé de mi país fue un, ‘¿qué más quieres serrano cochino?’, la empujaron a mi esposa y nos miró con cara de asesino, molesto, solo porque le pedí que me dijera la hora.

Entonces me fui para Venezuela, una tierra distinta. Allí me enamoré de su gente y mi esposa me suplicó para que nos quedáramos, el gobierno daba tantísimas oportunidades y beneficios que era imposible no sentirse importante. Tan diferente a mi Perú. Los pobres éramos importantes y los ricos eran tratados como se lo merecían por arrogantes, egoístas y desgraciados. Venezuela era el lugar que yo quería para vivir. Me enrolé en las filas de los que alentábamos al Comandante, no era el único extranjero, habíamos muchísimos más, todos marginados en nuestra tierra y amados allí, bajo el cielo delicioso de la rica venecita. De puro agradecimiento me metí en política y ello me dio más oportunidades para mí mujer y para mí, hace solo seis meses éramos un par de hijosdenadie allá en el ande y ahora éramos coordinadores de los hermanos extranjeros de la grande patria bolivariana. No entendí nada nunca de lo de Bolívar, pero me daban un nivel digno de vida que jamás me hubieran dado en mi querido Perú, ni siquiera los busqué, ellos nos buscaron.

Entonces, el Comandante cayó en crisis de salud.

Recibimos la noticia en Perú cuando trabajábamos para instaurar las casas del alba allí, para que más latinoamericanos sean beneficiados por la generosidad del Comandante, estaba muy mal y mi esposa me dijo que algo le olía mal. Nos decepcionamos rápido de la Nadine y sin más, quisimos volver a Venezuela. Pero ya no era tan fácil, el Comandante empeoraba su salud, decían.

Pasaron algunos meses angustiosos en el Perú, donde la miseria es el pan de cada día, donde tus hermanos te tratan como si fueras un extraño, te cholean, te serranean, fueron terribles meses que luchamos en nuestro país como si fuera tierra de otro, porque ciertamente tierra de otro era. Volvimos rapidito a Venezuela y entonces pasó lo peor. El Comandante murió.

La noche es violenta y dura, solo oigo el recorrido de la sangre de mi oído resbalar por mi rostro. Veo el cadáver de mi esposa al lado mío, lentamente cómo se enfría con cada segundo que pasa, ¡aún te amo, mi amor! Estoy desvariando. 

Este sitio es el paraíso, ¿qué pasó?

Se vinieron contra nosotros cuando ya no hubo pan qué repartir, cuando escaseó la leche, el azúcar, cuando de tanto repartir ya no había nada qué producir, cuando todo escaseó, volvimos a ser extranjeros, claro, en tierra extranjera. Entonces Maduro endureció su discurso, con la imagen del gran tonto seguidor del glorioso Comandante, traicionó a nuestro gran Hugo Chávez. Porque el Comandante jamás hubiera hecho cosa semejante. Yo sé porque el Comandante era bueno y nos daba a todos, sí pues, yo soy fiel al Chávez y aunque el Maduro sea malo, como es del Chávez, yo soy fiel al Maduro. 

Mi esposa ya no está conmigo. Lloro, sufro.

Mi tierra, ¿dónde está mi Perú? No hay médicos en Venezuela que se den abasto ni profesionales que vivan como merecen, por eso nunca estudié nada, así vivía mejor; si fuera profesional, volvería a mi Perú, pero ya estoy muriendo, me duele la cabeza y de pronto desaparece el dolor, muchos están muriendo y nadie se está enterando. ¡Comandante, sálvenos, a mí y a mi amada esposa! Puedo ver la luz, como la del alba, la luz de todas las izquierdas, conduciéndome hacia la muerte.

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