La
noche es violenta, dura y caliente; estar cerca al Caribe tiene sus ventajas y
sus cosas malas, claro. No soy de por aquí, de donde yo vengo, a esta hora el
frío te corta los huesos. El ande no es como estar cerca a estas playas tan
maravillosas, pero la gente, la gente es muy parecida. Somos personas que
pensamos diferente a las otras y por eso, las odiamos.
Vine
con mi esposa por primera hace tres años, cuando recién nos casamos. De hecho,
este fue el muy bien recibido regalo de bodas. Allá en mi tierra no hubiera
siquiera soñado con un viaje a un pueblo medianamente lejano, pero ellos me trajeron, no
sé cómo enteraron de mí, no tengo idea de cómo supieron que me había casado, no
sé nada de nada. Ese día llegó un modesto automóvil afuera de nuestra casita y
en tono de tierras extrañas nos dijo que el Comandante nos deseaba una muy
feliz vida juntos, que Dios nos bendiga y que nos extendía un presente para
poder disfrutarlo, un viaje a la maravillosa nación bolivariana, todo gratis.
Es
irónico, nadie nunca se había acordado de mí en mi tierra y este, que ni
siquiera sabía quién era, venía y me daba un regalo de esta naturaleza. Pronto
empezaron a construir casas nuevas para los que vivíamos allí, fueron rapiditos
y muy gentiles con todos nosotros. Entonces llegó el día de partir, ese día,
que tuve que irme para Venezuela, fue la primera vez que pisé Lima, tenía que
pasar por el aeropuerto internacional así que, según me enteré después, no era
técnicamente Lima, sino el Callao. Lo último que me llevé de mi país fue un, ‘¿qué
más quieres serrano cochino?’, la empujaron a mi esposa y nos miró con cara de
asesino, molesto, solo porque le pedí que me dijera la hora.
Entonces
me fui para Venezuela, una tierra distinta. Allí me enamoré de su gente y mi esposa
me suplicó para que nos quedáramos, el gobierno daba tantísimas oportunidades y
beneficios que era imposible no sentirse importante. Tan diferente a mi Perú.
Los pobres éramos importantes y los ricos eran tratados como se lo merecían por
arrogantes, egoístas y desgraciados. Venezuela era el lugar que yo quería para
vivir. Me enrolé en las filas de los que alentábamos al Comandante, no era el
único extranjero, habíamos muchísimos más, todos marginados en nuestra tierra y
amados allí, bajo el cielo delicioso de la rica venecita. De puro
agradecimiento me metí en política y ello me dio más oportunidades para mí
mujer y para mí, hace solo seis meses éramos un par de hijosdenadie allá en el ande y ahora éramos coordinadores de los
hermanos extranjeros de la grande patria bolivariana. No entendí nada nunca de
lo de Bolívar, pero me daban un nivel digno de vida que jamás me hubieran dado
en mi querido Perú, ni siquiera los busqué, ellos nos buscaron.
Entonces,
el Comandante cayó en crisis de salud.
Recibimos
la noticia en Perú cuando trabajábamos para instaurar las casas del alba allí, para que más latinoamericanos sean beneficiados por la generosidad del Comandante, estaba muy
mal y mi esposa me dijo que algo le olía mal. Nos decepcionamos rápido de la Nadine
y sin más, quisimos volver a Venezuela. Pero ya no era tan fácil, el Comandante
empeoraba su salud, decían.
Pasaron
algunos meses angustiosos en el Perú, donde la miseria es el pan de cada día,
donde tus hermanos te tratan como si fueras un extraño, te cholean, te
serranean, fueron terribles meses que luchamos en nuestro país como si fuera
tierra de otro, porque ciertamente tierra de otro era. Volvimos rapidito a Venezuela y entonces pasó lo peor. El Comandante murió.
La
noche es violenta y dura, solo oigo el recorrido de la sangre de mi oído
resbalar por mi rostro. Veo el cadáver de mi esposa al lado mío, lentamente cómo se enfría
con cada segundo que pasa, ¡aún te amo, mi amor! Estoy desvariando.
Este sitio es el paraíso, ¿qué pasó?
Este sitio es el paraíso, ¿qué pasó?
Se
vinieron contra nosotros cuando ya no hubo pan qué repartir, cuando escaseó la
leche, el azúcar, cuando de tanto repartir ya no había nada qué producir,
cuando todo escaseó, volvimos a ser extranjeros, claro, en tierra extranjera.
Entonces Maduro endureció su discurso, con la imagen del gran tonto seguidor
del glorioso Comandante, traicionó a nuestro gran Hugo Chávez. Porque el
Comandante jamás hubiera hecho cosa semejante. Yo sé porque el Comandante era
bueno y nos daba a todos, sí pues, yo soy fiel al Chávez y aunque el Maduro sea
malo, como es del Chávez, yo soy fiel al Maduro.
Mi esposa ya no está conmigo. Lloro, sufro.
Mi esposa ya no está conmigo. Lloro, sufro.
Mi
tierra, ¿dónde está mi Perú? No hay médicos en Venezuela que se den abasto ni
profesionales que vivan como merecen, por eso nunca estudié nada, así vivía
mejor; si fuera profesional, volvería a mi Perú, pero ya estoy muriendo, me
duele la cabeza y de pronto desaparece el dolor, muchos están muriendo y nadie
se está enterando. ¡Comandante, sálvenos, a mí y a mi amada esposa! Puedo ver
la luz, como la del alba, la luz de todas las izquierdas, conduciéndome hacia
la muerte.
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