Te acariciaba la voz desde que esa noche de verano te escuché
por primera vez.
Mis oídos trenzaron las fibras del sonido de
tu voz
una y otra vez. Casi adicto al sonido de mi terrenal salvación,
inmerso en el deseo insaciable,
tu dulce voz es como miel,
desde esa noche de verano.
El primer día de este año fue el primer día de mi vida,
de esta historia,
nuestra historia,
la de los dos,
nuestra historia, esa en la que día a día me enredo probando del manjar
de tu voz.
Erre, de, ce. Tu voz, mi bendición,
delicadas notas de la más deliciosa canción.
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