Aquel día llegué, como siempre, a casa
traído por el bus escolar. El bus, un espacio para probar nuestras habilidades
en equilibrio pues nos retábamos a saber quién soportaba más tiempo de pie
mientras el gran vehículo surcaba los baches y los rompemuelles en la pista. A
pesar de tener asientos disponibles preferíamos la sensación de vacío en la planta
de nuestros pies cada vez que el bus saltaba o se hundía.
Aquel día llegué a casa. Como siempre. Mis
padres me saludaron y, observando sospechoso sus rostros, compartí con ellos el
almuerzo. Fui un estudiante bastante responsable (aún intento serlo), así que
después de terminar mis tareas viendo de reojo el misterio en el rostro de mis
padres, dijeron: "Hijo, hoy nos vamos a comprar tu bicicleta." La emoción de ese
entonces solo pudo ser superada por el hecho de manejar aquella bicicleta unos
días después.
Los primeros intentos fueron rotundos
fracasos. Aunque pensándolo mejor, no lo fueron del todo. Hace poco cuando leía
la biografía de Tomas Alva Edison, él decía: "No fracasé, solo descubrí 999
maneras de cómo no hacer una bombilla." Y en el intento mil descubrió la
real forma de cómo hacerla. Por lo tanto, ahora creo que la perspectiva que
debo tener de mis errores es que son oportunidades para repensar otra solución.
***
Esa tarde llegó de la universidad. Solía
regresar feliz con una dosis de secretos en sus ojos. Miré cómo se acercaba
trayendo sus cuadernos anillados. Me abalancé para coger uno ellos y no
soltarlo. Aún no sabía leer, pero había algo que me atraía de esos cuadernos, el
anillado, los colores de los bordes de
las páginas que cambiaban cada cierto número de hojas, las formas de las letras
y los dibujos extraños, aquellas palabras largas, conjunto de letras, grupo de
líneas y curvas…
Regresaba también con libros que sigilosamente
sustraía y miraba las imágenes de cortes trasversales y longitudinales a las
partes del cuerpo, los diagramas de los sistemas circulatorio, nervioso,
muscular, digestivo, respiratorio me causaban interés. Me encontraba in fraganti y se percataba que acababa
de pintar un garabato en la página final.
Su paciencia no se acabó, tampoco su
afecto. Yo era su hermano pequeño y en el fondo nos queríamos a pesar de que le
hiciera tantas travesuras a sus útiles de estudio y ella me atacara con cosquillas
y almohadones en la cara. Creo que Dios le dio la oportunidad de prepararse
para ser madre doce años antes. Y a mí, la lección de ser tanto o más tolerante
con mis sobrinos que ahora hacen travesuras con mis cosas.
***
La vida, un espacio de tiempo en la
historia de la humanidad. Un momento de respiro, un chispazo de luz en el
universo. Si nuestra visión del mundo se redujera a ello parecería no tener
sentido seguir adelante. Sin embargo, Dios colocó en cada ser humano la
necesidad de trascender, de ir siempre un
poco más allá. Agradezcamos a quienes nos acompañan en este caminar y
disfrutemos una vez más cada día de
las oportunidades que Dios nos da para trascender, corrigiendo nuestros errores; festejando nuestros aciertos.
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