Me resigno a la noche, a sus palabras, a su negación y a sus suaves caricias sin significado. Me pierdo hoy entre copos de nieve de un invierno temprano y vientos ligeros de un otoño tardío.
Si me recuerdas, aún sigo esperando, pero cruzo el mar para huir de ti como un soldado cobarde. Toda señal que asumí, todo recuerdo que estampaste en mis mejillas y en mis labios, toda carta que llegó cuando empezaba a olvidarte... Todo está aquí conmigo. Lo llevo para perderme con ello en una inmensidad diferente.
Adiós...
Diré a tu oído, en un susurro, que no me queda más por hacer. Retomaré resuelto mi camino, te besaré una vez más y por última vez. Me llevaré mis miedos a otra parte, hasta perderlos por descuido y entonces, quizá, regresar para mostrarte que sigo siendo el mismo, pero diferente.
Pero no me voy...
Hoy, me resigno a quedarme. Porque tengo miedo a perderlo todo, aunque ya tenga todo perdido. Me resigno a intentar una y otra vez, a reinventar mis palabras mil veces hasta que puedan sonar dulces para ti, hasta que puedan mostrarte la realidad en que vive mi mente que te sueña, que tiembla, que busca en tus ojos una afirmación para no desistir... esa misma que tiene miedo, que aunque viese la puerta abierta esperaría afuera, que carga con sus ideas locas por todos lados, que se oculta entre la infinidad de nombres y declara lo que su esencia calla...
en silencio.
En resumen y con la mano en alto...
Hoy, sólo quiero decir que te quiero, que tengo miedo, que te espero. Hoy me voy. Hoy te quedas. Hoy puede ser nuestro último adiós, o nuestro primer final...
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