Se ha encendido un acalorado debate sobre la Unión Civil en el Perú. El objetivo de esta fórmula legal que pretende ser aprobada es que personas del mismo sexo puedan compartir derechos que hasta ahora solo les corresponde a las parejas reales y no a las imaginarias.
Por un lado los sectores libertinos han desencadenado una serie de manifestaciones para promover 'conciencia' en favor de las parejas del mismo sexo, desde todos los ángulos donde se ventile opinión hay propaganda pro unión civil. Se han modernizado tanto sus argumentos que no estar de acuerdo con este derecho (¿?) es casi cavernario y recalcitrante.
Por otro lado, los sectores más conservadores de la sociedad han lanzado una maquinaria de contra respuesta impresionante. Debido a que superan largamente en número y poder al grupo anterior, su influencia se hace sentir sin mucho esfuerzo, se ha configurado, en base a este tema, además, un juego de quién es más poderoso. Quién logra finalmente imponer su punto de vista sobre los demás.
Desde mi punto de vista, la unión civil no puede ser considerada de manera tan ridícula como un derecho. Para empezar, el nombre que se le pretende atribuir a la ley es demasiado sugerente y hasta es nauseabundo. Desde el fujimorismo han salido otras dos propuestas de ley que propondrían igualar en derechos a todos los ciudadanos del país sin miramientos de sexo -inclusive cuando las parejas sean de las reales, sí, hombre y mujer- para que estas uniones sean reconocidas civilmente sin necesidad de que exista matrimonio de por medio. ¿Con qué fines? Derechos civiles: herencia, patrimonio en común, seguros sociales y de protección patrimonial, etc.
Fernán Altuve ha declarado recientemente que lo que propone la Unión Civil es abiertamente discriminatorio, pero de la discriminación positiva, pues está en la búsqueda del privilegio. Y no se puede ceder en ese sentido, no se puede permitir, además, que esta ley sea una puerta que conduzca al mal llamado matrimonio gay. Este conjunto de aberraciones deben ser descartadas de plano.
Desde esta columna me pronuncio enérgicamente en contra de la Unión Civil, pero creo que el proyecto de Martha Chávez, muy moderado por cierto, debe ser revisado y analizado. Su propuesta es inclusiva y debe entenderse que así como no queremos dictaduras de mayorías, tampoco es justo crear un mecanismo de tiranía de las minorías. El Perú es un país laico, no es Sodoma, aún no lo es y todavía somos mayoría quienes creemos que podemos detener ese abominable proceso.
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