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Un blog diferente.

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viernes, 25 de abril de 2014

Efecto Mariposa.

Paciencia. Eso es lo que busco, pido y necesito.
Las mariposas empolvadas que vuelan en mi bóveda cerebral quieren caprichosamente salir, brillar y tomar forma, reencarnándose por medio de la milagrosa tinta en garabatos coordinados –y muchas veces, sin sentido.

Mis pequeñas manos se mueven frenéticas, el inocente lapicero paga crímenes ajenos, ya que es vilmente martillado contra el escritorio. ¡No! mis mariposas no pueden materializarse en armonía, no sabe igual.  ¡No! no pueden ser analizadas por otro humano, no soportarían el torbellino que sus alitas multicolores desatarían.

Lo pienso mejor. Y tomo algunas hojas bulky, que es lo primero que encuentro y abunda por montones en mi aparador. Las ansias me consumen, y las obstinadas alevillas amenazan con secuestrar mi cabeza si es que no las libero pronto.

«El papel es más paciente que los hombres» recuerdo con alivio, Ana Frank me estaba aconsejando desde su Casa de atrás. Seguramente, ella también sentía las literarias mariposas rondar todo el tiempo por su mente; no hay cielo que las contenga, ni celda que las soporte.

Pero felizmente está el papel.
Los hombres no comprenden, se desesperan y son mezquinos con su tiempo. No hay paciencia para la metamorfosis de ideas, ni para oír sus aventurados vuelos, y tampoco para su anhelada migración.
¿Quién podrá abrazar a las libres mariposas? ¿Qué evitará su tan conocido “efecto”? Dice el proverbio chino: «El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo» ¡Otro consuelo!

Mis apolilladas ilaciones serán inmortalizadas, podrán cambiar el mundo, o al menos, el mío. El papel espera, aguarda y soporta.

Siempre esperará pacientemente el aleteo de las mariposas sobre él, y vivificará en cada retazo los efectos de su libre poder.

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