El jinete se cae del caballo: tiene una herida de guerra sin sanar. Ha luchado días y noches y ha sido derrotado, pero vive... porque los milagros existen, porque el soplo de expiración ha sido retenido para conseguir un último impulso. Él sabe que cuando todo parece perdido, es cuando más debe luchar... pero ya no tiene fuerzas, sólo huye, huye sin dejar de atacar, huye dejando trampas, porque jamás se deja de luchar...
La noche cae como amenaza y protectora, el cielo es su testigo y su verdugo... El jinete ve una luz que pretende seguir, pero no le alcanzan las fuerzas. De un mendrugo de pan, maltrecho durante el viaje, ha hecho, quizá, su última cena. Duerme a su suerte, duerme a la espera de nada... mientras la noche cae un poco más.
(continúa)
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