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Un blog diferente.

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miércoles, 13 de marzo de 2013

Cosas de tigres

Hay un tigre, luego dos. Si alguien lo entiende es porque tiene algún instinto felino dentro. Uno lee un libro, el otro observa el mundo a través de un lente.


Tan rayados como son los tigres avanzan sigilosamente removiendo la hierba alta. Parecen siempre serios, siempre agresivos, siempre hambrientos, pero tal vez pocos han llegado a conocerlos. Desde las rejas que separan su realidad de la mía, nos observamos sin decir palabras. En ese momento, cuando nuestras miradas se cruzan y la fiera me mira con esos ojos que parecen devorarme mientras yo la observo con estos ojos emocionados ante el peligro imaginario, me siento prisionero. Me pregunto si las rejas delimitan la prisión de un tigre, o al contrario la prisión de un humano.
En derredor, la gente pasea por el zoológico. Niños aplauden las piruetas de los monos, un hombre observa una anaconda que descansa plácidamente, dos señoras cotorrean delante de la jaula de los papagayos. En tanto yo sigo frente a la misma jaula. Panthera tigris. Sonrío tontamente al notar que el tigre lleva en su nombre científico 'pantera'. Ellos siguen allí en su ambiente, paseando y mirándome de cuando en cuando. Es increíble la recreación de su hábitat en un espacio tan pequeño. Pero eso nunca se parecerá a la libertad. Entonces pienso: Mi libertad, ¿cuán parecida es a la de estas criaturas?
Vivo entre los muros sociales que tratan de llevar a la manada de pseudo-ovejas según los intereses de unos u otros. Eso me hace habitante de la prisión, pero gracias a Dios no prisionero. El consuelo de tener capacidad de pensar y decidir alivia mi carga. ¿Por qué no desarrollar facultades que se atrofian cada vez más en la sociedad?
Mientras pensaba estas cosas, los tigres ya se habían alejado a su lugar de descanso. Los miré por última vez antes de irme. Gracias. Pareció que por un momento entendieron mi lenguaje... pareció.

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