Su larga cabellera es esa seda
donde se pierden mis dedos cuando tengo el agrado y máxime honor de tocarla.
Entonces esboza esa sonrisa a la que las líneas nunca le harán justicia y los múltiples adjetivos que pudieran ocurrírseme a mí jamás podrán describir ni en su acto ni en su efecto sin incurrir en carencia, sin que le falte ese toque de magia que en todo ella abunda, que de ella irradia, que de su sonrisa y por su sonrisa esparce al mundo.
Sus ojos son el espejo de mi alma donde se escapa a tientas, de vez en cuando, su ternura, su amargura, su seriedad, su pasión, su amor, su esperanza, su fe, su alma; sus ojos refulgen ráfagas finas y duras de luz, esa luz que ilumina con especial candor mi espíritu, cada vez que mi corazón reposa en su mirada, allá donde mi amor encuentra el pasillo para ingresar a lo más profundo de su corazón.
Respira perfección, la quiero tanto.
Y la mejor parte, sus labios, ese tramo delicado de piel que mis labios adoran acariciar y perderme en el universo de ese amor que no nos es ajeno porque es más nuestro que de nadie más; adoro cerrar los ojos y extraviar mis pensamientos en las múltiples sensaciones que se disparan por mi dermis en el acto del beso; más que cualquier otra palabra que pueda definirlo, besarla es amarla más y hacérselo saber.
Entonces esboza esa sonrisa a la que las líneas nunca le harán justicia y los múltiples adjetivos que pudieran ocurrírseme a mí jamás podrán describir ni en su acto ni en su efecto sin incurrir en carencia, sin que le falte ese toque de magia que en todo ella abunda, que de ella irradia, que de su sonrisa y por su sonrisa esparce al mundo.
Sus ojos son el espejo de mi alma donde se escapa a tientas, de vez en cuando, su ternura, su amargura, su seriedad, su pasión, su amor, su esperanza, su fe, su alma; sus ojos refulgen ráfagas finas y duras de luz, esa luz que ilumina con especial candor mi espíritu, cada vez que mi corazón reposa en su mirada, allá donde mi amor encuentra el pasillo para ingresar a lo más profundo de su corazón.
Respira perfección, la quiero tanto.
Y la mejor parte, sus labios, ese tramo delicado de piel que mis labios adoran acariciar y perderme en el universo de ese amor que no nos es ajeno porque es más nuestro que de nadie más; adoro cerrar los ojos y extraviar mis pensamientos en las múltiples sensaciones que se disparan por mi dermis en el acto del beso; más que cualquier otra palabra que pueda definirlo, besarla es amarla más y hacérselo saber.
Hoy es catorce y mis escasas
letras, mis escasas palabras, este mojón de tinta no puede estar dirigido sino
a su majestad, mi reina. La quiero mucho y ella lo sabe. Ojalá sonría al
leerme: Carolina Elizabeth sonríe.
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