Mi nombre
es Silvia, soy más limeña que todos los limeños, mis padres viven aquí desde
hace varias generaciones y hasta hoy mi mundo era la chacra, pero ellos dicen
que hay más, más allá.
Cocachacra
está en Lima, pero no en la Lima de los pudientes, Cocachacra es la otra Lima,
esto está cerca a la Carretera Central y bien metido, allá donde la pobreza es
lo de todos los días y por eso no éramos conscientes de nuestra condición. Mis
padres son viejitos, se sacan la mugre para que la tierra produzca y son bien
buenos. Mi mundo hasta hoy era la chacra, pero ellos me han abierto los ojos,
ellos dicen que no y tienen razón porque yo no les creía, pero tienen toda la
razón porque me han llevado hasta ese lugar, el centro de Lima, donde nadie se
parece a mí y nadie viste como yo, nadie habla como yo, todos tan diferentes,
como en la tele. Bueno, yo no tengo tele, aquí casi nadie tiene tele, pero la
señora Lucha tiene tele en su tienda y todos vamos para allá y los del centro
de Lima son como en la tele, solo que en la tele todos sonríen y son buenos,
ellos no me han sonreído ni han sido buenos conmigo. Me han mirado feo, uno me
escupió, las señoras me han mirado feo, yo también quiero mi pelo de colores,
dicen que son regias; pero yo soy más limeña que todos ellos, dicen ellos, mis
nuevos amigos.
Una
casa grande, vieja, de adobe, pero pintadita. Tiene muchos detalles en madera y
es un lugar antiguo, antiguo. El lugar es oscuro y en una de esas habitaciones
me esperan varios chicos, más o menos quince o veinte, no sé bien. Todos tienen
el puño derecho en alto, me quieren hablar del Presidente Gonzalo, yo quiero
saber bien qué pasa porque estoy confundida.
Mi
nombre es Silvia, pero ellos me dicen camarada. Dicen que soy la clase obrera,
marginal y explotada. Dicen que todo es culpa de mis padres y los que son como
ellos, que somos una raza de rezagados, postergados, siglos de abuso, dolor,
hambre, ellos dicen que pudieron más aunque son menos porque lucharon, porque
pelearon. Ellos son tienen más, pero nosotros somos más. Dicen que mereceríamos
estar muertos por estúpidos, pero que ya es hora de despertar, que la lucidez
ha llegado, que tenemos que dejar todo atrás, que la historia espera por
nuestra recompensa, ¡viva el partido comunista del Perú!
Tengo
miedo.
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