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Un blog diferente.

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miércoles, 29 de enero de 2014

Ella.

La delgadísima gota azul recorría el continente de su rostro de piel tersa, hermosa y maquillada hasta sin motivos. Exhalaba un gemido de dolor, que se contenía y ahogaba en el bullicio de la música fuerte y estridente. El repentino blanco tipo flash, intenso, que cortaba las escenas por eslabones me hacían observarla de lejos en recortes tipo cómic.

Su delgada y curvilínea silueta, los tacos enormes en aguja, la minifalda que dejaba entrever e imaginar todo, el escote donde se perdían los ojos de los muchachos, las uñas de sus manos, rojas y largas, perfectamente cuidadas; su boca, pintada, toda ella pintada. Hermosa, muy bella. Pero llena de dolor.

Pidió en la barra una copa de algún trago exótico que ella conocía, ella se sabía todos los nombres posibles. La imaginaba retorciéndose de dolor por dentro, pero sonriendo a todos. Prestando sus labios a todas las barbillas ajenas de cualquier lugar. Nadie besaba mejor que ella y eso lo sabíamos todos, los víctimas de sus crueles antojos o los de los suyos.

Cuando la conocí no parecía ser ni la mitad de lo que en la discoteca se veía. Era una chica sencilla; hermosa, pero sencilla, en un arenal. Como una flor en medio de un basural. De inmediato me sonrió y caí a sus pies como cae la nieve atraída y sin remedio al piso. Me derretí en su pasión tantas veces que pensé que yo era su amor, hasta que descubrí que ella no tenía amor.

Lo que ella tenía era una madre enferma y hermanos muriéndose de hambre.

Y tenía perfectas formas. Era una de las más cotizadas prostitutas de ese bar, todos lo sabían, nadie lo decía. Ella se enjugaba en su dolor todas las noches antes de empezar. Muchos creen que alguna vez ella los amó, yo soy uno de esos ingenuos. Ella no ama, no ama ni al placer porque ni lo conoce. Ella solo conoce de billetes y ama a su madre y a sus hermanos.

Ella derrama una lágrima azul todas las noches antes de empezar. Cuando todos ya encendieron su deseo hacia ella, antes de que comience la subasta por el alquiler del perfume de su piel esa noche, algunos nos amotinamos de lejos para verla. Somos un club de enamorados, todos daríamos la vida por saber que esa lágrima es por alguno de nosotros. Pero de inmediato ella sonríe, consigue algún cliente nuevo, alguien que irremediablemente se unirá al club de sus adoradores.

Se pide otro trago más y esta vez son tres parroquianos que le preguntan el famoso, cuánto es. La tarifa siempre sube. Yo me asqueo y me voy, hasta la siguiente noche, mi amor, me digo.

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