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Un blog diferente.

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domingo, 17 de agosto de 2014

I. Aquel día en la biblioteca.

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i
Mientras repasaba con la mirada los títulos que se extendían delante de él, se topó con uno en especial. Lo observó largo rato, meditabundo, y, tras ese lapso, lo separó del resto cuidadosamente.
- Es una buena elección- dijo una voz detrás, a la que le siguió una risa pequeña-. Lamentablemente, te has llevado el último.
Él giró la cabeza y sonrió. Las dos jóvenes que estaban detrás le devolvieron la sonrisa.
Ambas vestían de manera similar, se diferenciaban notoriamemte sólo en que una de ellas usaba gafas, de marco grueso. Compartiendo ese metro cuadrado y mantuvieron la mirada entre ellos, los tres, hasta que aquella risa pequeña volvió a escucharse. Entonces ambas miraron lo que él tenía entre sus brazos. Llevaba, él, mucho tiempo esperando por ese libro. Todas las veces que habia ido a buscarlo a la biblioteca, este ya había sido prestado. Entonces por instinto lo abrazó más fuerte.
- Me gustaría leerlo. Me iré de viaje pronto y llevo tiempo esperando por él- dijo, decidida, una de las jóvenes - ¿Podemos llegar a un acuerdo?
- Lamento decir que no- respondió con la cabeza gacha y el ademám de huida. Pero no pudo dar más de dos pasos, porque la misma que decididamente le había pedido el libro, estaba parada frente a él. Con los puños cerrados y un gesto usual de una paciencia agotada, aunque motivos aparentes para haberse agotado tan pronto no parecían existir.
- No cederé, no insistas.
- ¿Es que ya no existen los caballeros?
- Es que ahora abundan las caprichosas y la caballerosidad está desmerecida.
- ¡Cómo te atreves! - con un gesto de indignacion se acercó más a él- Dime, ¿tú quieres este libro?
- Así es.
- Yo también lo quiero- se acercó más. Su mirada intensa hizo retroceder a su interlocutor.
- Te daré una salida- agregó- con la cual ninguno de los dos perderá.
- No me inter..
- Sí que servirá. Cada día, durante las dos semanas que calculo para terminar de leerlo, nos encontraremos en esta puerta. - respiró y prosiguió - Entonces uno leerá en la tarde y otro en la mañana.
- Que no me int...
- Y si no llegamos a un acuerdo, te prometo hacer un escándalo - finalizó.
El choque de ambos coincidió en una justificación extraña, pero el pacto fue sellado y a partir de entonces tomó rumbo el acuerdo. Ella más astuta que él lo dejó a la suerte y como ya se clavaban las agujas del reloj de la biblioteca en las seis de la tarde, acordaron que a las seis de la tarde y las nueve de la mañana se darían los cambios.
Él salió de la biblioteca con un sinsabor, cuando buscaba más paz era cuando menos la encontraba. Y ahora esa mujer Lucía, Lupe, como se llame, había arruinado sus tardes perfectas de lectura. Sin embargo, eso era mejor a tener arruinado el día por una caprichosa de tal nivel.
Cargó la tarjeta del metro y se embarcó en una de las líneas, que a esas horas estaban no tan solicitadas, y se sentó a leer.
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